Podemos ver varios criterios y relatos históricos para estudiar cómo fue evolucionando la botella y su contenido.
La capacidad de una botella de vino se normaliza en el siglo XIX y así surgieron las explicaciones más locas de este hecho, que correspondían a:
- La capacidad pulmonar de un vidriero
- Consumo medio en una comida
- La mejor capacidad para conservar el vino
- Facilidad de transporte
En ese momento los principales clientes de los productores de vino franceses eran los ingleses. Pero ellos nunca adoptaron el mismo sistema de medidas que los franceses, estando vigente aún hoy en día.
La unidad de volumen de los ingleses era el “galón imperial” que era equivalente a 4,54609 litros.
Para simplificar las cuentas de conversión, transportaban vino de Burdeos en barriles de 225 litros, es decir, exactamente 50 galones, correspondientes a 300 botellas de 750 ml. (75 centilitros).
Para hacer más fácil el cálculo, establecieron la relación que un barril equivale a 50 galones para lo cual se necesitaban 300 botellas.
De esta forma un galón correspondía a 6 botellas.
De hecho, por eso aún hoy las cajas de vino suelen tener 6 o 12 botellas.
O también podemos analizar que la adopción del formato de botella de 750 ml es debido a un desarrollo relativamente reciente. Fue en la década de los años 70 cuando se impuso esta medida en muchos países. En 1975, la legislación europea sobre envases (Directiva 75/106, posteriormente reemplazada por futuras Directivas) declaró que el vino sólo podía venderse si estaba envasado en ciertas medidas de envases, estableciendo que para las botellas dentro del rango situado entre 50 cl y 1 litro el formato de 75 cl era el único permitido.
Estados Unidos, siguiendo la legislación europea, haría lo propio cuando estableció su estándar métrico para envasado de líquidos, que entraría en vigor en 1979.
Unas décadas antes, después de que la Ley Seca se aboliera a finales de 1933, Estados Unidos exigió que todos los vinos y licores fueran vendidos en botella (en lugar de la vieja práctica de comprar un barril de whisky), especificando qué tamaños podría tener una botella de vino o de licor. De este modo, se aseguraba una apropiada recaudación de impuestos por parte del gobierno.
Además, esto evitaba el engaño a los consumidores, al establecer un sistema de estandarización, siendo el quinto de galón el tamaño más común para vino y licores (75,7 cl).
Hay que reconocer que la normativa de los años 70 se basó en la época colonial ya mencionada y sus estándares comerciales imperiales apostaron por el formato de 75 cl. Tanto la métrica imperial francesa como la británica habían acordado la adopción de un estándar común de cara a la exportación e importación de grandes volúmenes de vino.
Otra de las teorías más extendidas es más bien de carácter práctico, y se remonta en la adopción de la técnica del "soplado" para la producción de botellas de vidrio. Obviamente, la capacidad pulmonar del soplador era limitada, así que la fuerza de un soplado podría alcanzar la elaboración de botellas de un tamaño de hasta 650-750 ml.
Otra teoría apunta a que el tamaño de 750 ml resultaba el más conveniente tanto para los clientes como a los vitivinicultores. Según esta teoría, 75 cl sería la cantidad exacta de vino para servir 6 vasos (125 ml cada uno), en relación al estándar habitual de cómo servían el vino las hosterías italianas (antiguas tabernas, aún vigentes hoy en día). Hay quien dice que esta norma se estableció en la Francia napoleónica del siglo XVIII, al considerarse «la cantidad adecuada que un hombre debe beber durante la cena».
¡El vino también es cultura!