Por Brian Cohn
La noche del primer sábado de septiembre podría ser recordada como una "noche de Brujas", con aires festivos, nostálgicos y bien porteños. Los viejos coches La Brugeoise volvieron al subte A para realizar un paseo cultural y turístico sobre las mismas vías que habían utilizado durante cien años.
Todavía no había comenzado el viaje, pero la sola entrada de las “brujitas” de madera a la estación Perú, tras cuatro años y nueve meses en los talleres, fue un evento por sí solo. Ocurrió a las 23, apenas tres minutos después de que partiera la última formación china con aire acondicionado y otros chiches que opera el servicio. Entonces surgieron algunos aplausos espontáneos, las fotos con el celular, los comentarios de ocasión, los preparativos...
Para los cien vecinos que participaron del primer recorrido fue como reencontrarse con un viejo amigo; fue un viaje al pasado, el recuerdo de la primera novia, del primer trabajo o de la infancia. Hubo hasta quienes sintieron ese olor tan particular de la madera (en este caso, cedro y roble de Eslavonia).
Bajo el mando de Pablo Piserchia, que trabaja para el Tranvía Histórico de Buenos Aires y también participó del proceso de restauración, la formación de tres coches partió a las 23.39 con destino a la estación Acoyte. Con el vaivén característico, una velocidad inferior a 30 kilómetros por hora y el relato continuo de una guía, los pasajeros disfrutaron de cada detalle.
“Fue un trabajo artesanal, un desarme muy cuidadoso. Restauramos madera por madera. El 95% de lo que se ve es original. Sólo se cambiaron las piezas que no servían”, cuenta María Elena Mazzantini, arquitecta con un posgrado en Patrimonio.
Y confiesa: “Lo que más costó recuperar fue el piso, porque había partes donde la gente viajaba prácticamente arriba de las vías, sólo separada por una capa finita”.
Sin paradas intermedias, las unidades se detuvieron recién en Acoyte, aunque no abrieron las puertas.
Fue el momento de caminar por los pasillos, sacar más fotos o interactuar con la guía. Uno de los vecinos que formó parte del paseo fue Tomás Bernardo (21 años), un fanático de los subtes que también había viajado en estos coches aquel 11 de enero de 2013, cuando fueron reemplazados.
“Es muy lindo volver a verlos. Me trae muchos recuerdos de cuando iba al Nacional Buenos Aires. Fue una lástima que los sacaran de circulación”, piensa en voz alta.
Cada una de las 6.400 personas que se inscribió en el sitio web de Participación Ciudadana para conseguir su boleto tenía una historia que lo ligaba a estos vagones. Melisa Saucedo llevó a su hija de 9 años para mostrarle cómo viajaba mamá en el pasado: “Toda mi vida tomé esta línea. Subía en Flores y me bajaba en Plaza de Mayo para trabajar y estudiar.
Mi abuela también la usaba mucho. Me pareció una linda oportunidad para traer a Paloma”.
Los tres coches en cadena (el 124, el 5 y el 16), vedettes de la noche y Patrimonio Cultural de la Ciudad, regresaron a la estación Perú casi 40 minutos después de la partida. Del primer viaje participaron además funcionarios, periodistas, integrantes de la Asociación de Amigos del Tranvía y el orfebre Juan Carlos Pallarols, quien restauró los bronces y cromados de los trenes.
Luego de tres paseos consecutivos y el brindis inaugural, ya entrada la madrugada de ayer, la formación volvió al taller Polvorín. Pero la cita con el primer subte de América Latina se repetirá tres veces antes de fin de año. Llegarán otros pasajeros, en otra "noche de Brujas".