Por Javier Firpo
Hernán Grinstein no es un actor conocido, pero qué importa. Su talento, sacrificio y pasión por su ardua labor en el teatro independiente conmueven y llaman la atención.
Hace cinco años que lleva adelante la polentosa “Perro. Un cuento rural”, que escribió, dirige y protagoniza, y lleva nueve temporadas como uno de los actores de “Tercer cuerpo”, la estupenda obra que se exhibe en Timbre 4. Hablar con Hernán es entender a un ser venal y enamorado de lo que hace, sin contraprestación económica.
“Perro...”, que se puede apreciar en El Método Kairós, lo pinta a Grinstein y a su peculiar “criatura”, que narra la historia de seres perdidos en las profundidades del campo.
Seres explotados, denigrados, pero que se cuidan entre sí hasta que una contienda los sacude. El eje se centra en un “perro” que para sobrevivir muerde a cualquiera que quiera arrebatarle su existencia miserable pero existencia al fin. Ese perro lo personifica con una animalidad cautivante el propio Grinstein, quien coincide en “el sacrificio y el amor como combustibles para hacer lo que más amamos hacer, que es contar historias. Creo que todos los que hacemos ‘Perro’ hemos aprendido ese modelo de producción basado en aquello que nos une, pero no es palpable, ni cuantificable. No hay otro modo mas elocuente de nombrarlo: pasión y polenta”.
Con lo complejo que es subsistir y mantenerse vigente en el circuito alternativo, "Perro" atraviesa su quinta temporada, lo que infla de orgullo a su esforzado hacedor, que no encuentra explicaciones a este pequeño fenómeno casero. "En estos años yo formé parte de muchas otras creaciones, sin embargo en ésta hay algo que supera mi entendimiento… La obra tuvo 150 repeticiones en distintos teatros del off porte- ño, algunas presentaciones en giras, nos dio la alegría de premios y nominaciones, y hasta el milagro de estar en el Teatro San Martín. Quiero decir que nos dio mucho para dejarla ir así porque sí", enumera Grinstein, quien sorprende hasta las lá- grimas por la carnadura y venalidad que plasma en su carismática bestia.
“Nos pasan cosas cuando la hacemos. ‘Perro’ es un espacio poético, traccionado a sangre y en el que cada uno en su rol es como un perro feliz con su hueso, y en manada somos como una jauría dignos de un equipo del Cholo Simeone. Y lo digo sin falsa humildad porque hay la calidad humana”.
Habla de esfuerzo, de búsqueda, de pasión, de resultados y logros. También de urgencia creativa y de animalidad omnipresente, valgan las figuras. “Aprendimos estos modelos de producción, sin posibilidad de cotejarlo. Asumimos que es así. No lo cuestionamos. Vamos para adelante porque así son las reglas del off”, especifica Grinstein, quien lo entrega todo pero también recibe, como le sucede con “Tercer cuerpo”, la pieza de Claudio Tolcachir, su maestro. “En un par de semanas llegaremos a la función mil… ¡Mil repeticiones de la misma historia! Será porque la amamos, porque es una maravilla dramatúrgica y nos encanta hacerla, además de que nos permitió conocer ¡22 países!”.
Grinstein habla, además, de sacerdocio, “porque los teatristas argentinos somos hacedores compulsivos en los contextos más adversos.
Aquí contamos con talentos for export dispuestos a ensayar de madrugada, y sin ver un mango”, tira como latigazo y moviliza cuando se refiere a “esa felicidad secreta e intransferible de ser independiente” y de tener la libertad de crear historias que brotan de las tripas.