Andrea Ferrari Zapatero se convirtió en mamá una tarde de abril pese a que jamás había pensado en la posibilidad de tener un hijo. La mujer, que hoy tiene 37 años, trabajaba como técnica radióloga en el el Hospital Santojanni y fue llamada a terapia intensiva para hacerle las placas a un bebé. El paciente era Juanchi, de 15 días de vida y con una trágica historia de abandono. Estaba inquieto, por lo que decidió alzarlo; él se calmó y se durmió sobre su pecho. Esta señal fue el comienzo de una historia de amor, del más puro, que ya lleva 4 años.
Juanchi había nacido prematuro, con parálisis cerebral, tras un parto traumático en la semana 29 de gestación, pesando 1040 kilogramos. Y tras aquel primer encuentro, Andrea no dejó de pasar a visitarlo día tras días.
"Ese día, Andrea, radióloga, me hizo una placa porque yo estaba en terapia. Yo no me quedaba quieto y tuvieron que sujetar mis manitos diminutas dentro del pañal. Las enfermeras le narraron mi historia y ella pidió tenerme en sus brazos. Lleno de cables y tubos sostuvo mi 1,140kg en el pecho y me dormí al instante. Así fue como mi mamá (shhh, ella todavía no sabía que ya lo era pero yo ya la había elegido) comenzó a venir todos los días a visitarme y hacerme mimos en la incubadora. Estuve 3 meses en terapia y otros 2 en Intermedia dónde me pasaba la leche por la sondita y cambiaba los pañales tarde a tarde", contó la radióloga en la voz de su hijo, a través de una publicación en @nuestropieizquierdo, la cuenta de Instagram con anécdotas inspiradoras sobre personas con parálisis cerebral .
Y la historia continuó, Juanchi fue dado de alta, derivado a un hogar en Avellaneda y ella siguió visitándolo en el marco del programa Abrazar del Gobierno de la Ciudad, en el cual se anotó como Referente Afectivo. Pese a que el vínculo continuaba, Andrea no había tenido todavía la iniciativa de adoptarlo, hasta que un hecho la atravesó y tomó esta importante desición.
"Un día, una pareja de posibles adoptantes me llevó a un neurólogo, quien me diagnosticó ECNE (Encefalopatía Crónica No Evolutiva) y dictó su sentencia: no podría ver, escuchar y tendría problemas motrices degenerativos. Tras este panorama desalentador desistieron de adoptarme y continué en el hogar. Peeeroo, ese fue el empujoncito final para que mamá se de cuenta de que ella era la única para mí. Desde ese día emprendió la lucha para poder adoptarme", continuó contando la mujer en la red social.
Luego, continuaron los tediosos pasos de la adopción que, como se sabe, en nuestro país pueden tardar mucho tiempo. "En agosto de 2016 nos fuimos a casa, todavía sin la adopción pero con fe de que todo iba a salir bien. Fui superando todos los obstáculos: la sonda, no escuchaba de un oído y del otro tenía la audición disminuida, pero eso se fue revirtiendo poco a poco. Me senté y comencé a gatear pasado el año y a caminar a los dos. En octubre del 2017, ¡nos dieron la adopción definitiva!", recuerda Andrea, dejando en evidencia la marcada evolución de Juanchi en los últimos años.
Hoy, aquel bebé ya es un niño de 4 años, que va al jardín, asiste a la fonoaudióloga por terapia del lenguaje, toma clases de circo Sentipensante para mejorar su motricidad y ama tanto la música que hasta llegó a realizar un show de comedia musical en el Paseo La Plaza, de la mano de la Academia Todos por Más.
Antes de Juanchi, Andrea vivía el Villa Luro y se puso a estudiar Radiología para trabajar con animales. Sin embargo, terminó consiguiendo una vacante en un hospital de la Ciudad de Buenos Aires. Esa jugada del destino fue un puente para encontrarse con su hijo. Hoy, ella está segura que estar juntos era el destino de ambos.
"No sé si el diagnóstico es acertado o no pero sí se que me llevó a encontrarme con mi mamá y a demostrar que los rótulos están sobrevalorados. 'Porque no importa cómo empezó sino cómo es'. Y nosotros somos los más afortunados, porque nacimos para encontrarnos y pudimos hacerlo", concluye Andrea sobre esta historia que, como ya adelantamos, refleja el amor más puro.