Matías Soto tuvo la idea de llevar de pesca a su hijo Augusto, de seis años, a la orilla del Río Salado en las afueras de la ciudad de General Belgrano. Padre e hijo estaban disfrutando de la naturaleza cuando observaron algo inusual que sobresalía de la tierra y decidieron desenterrarlo para ver de qué se trataba.
Oriundos de Glew, Matías y Augusto se sorprendieron al constatar que se trataba de restos fósiles. De regreso a casa, el padre empezó a investigar sobre su hallazgo y contactó con el paleontólogo José Marchetto, del Museo "Legados de la cuenca del rio Salado" de Junín, a quién le mandó las fotos que habían sacado. Tras analizarlas, el experto les confirmó que se trataba de un fósil de caparazón de un Gliptodonte, una especie que se cree que habitó la zona hace aproximadamente diez mil años.
El Gliptodonte, extinguido durante el período Cuaternario, era una especie de mamífero con características similares a los armadillos, aunque de un tamaño muy superior: medía unos dos metros de alto, tres de largo y llegaba a pesar más de una tonelada.
Tras el hallazgo, el paleontólogo les informó a los “descubridores” que sus superiores estaban al tanto de su hallazgo y que iban a trabajar durante los próximos días para ver de que manera convenía extraer los restos.
Fuente: infozona