Fue un poquito antes de Navidad que me lo crucé a mi amigo Juan, siempre en estas épocas uno tratar de averiguar cómo cierra el año, que trae sus alegrías y también sinsabores. Porque de eso se trata la vida, de escribir para cada un capítulo nuevo, de no saber cuándo se acaba la tinta, de no saber si escribirás euforia o tristeza... de eso se trata la vida.
El encuentro fue cortito, de esos que se miden en segundos o minutos, pero que se guardan bien profundo, siempre en estas fechas, los balances y las comparaciones son odiosas pero se deben hacer para saber dónde uno está parado. La indiferencia es muy mala consejera.
Me dijo Juan: “Fue una tarde de estas, donde las nubes peleaban con el sol para dejar caer sus lágrimas convertidas en lluvias en esta tierra bendita y que tanta falta hace, llegué a su casa con mi fiel compañera para explicarle a lo que iríamos al otro día con mis compinches, Luis y Raúl, el dato y la dirección me lo había proporcionado, ese gran e incansable evangelizador que es el señor Luis Cuberes”.
“Golpeé las manos y al rato desde adentro, me respondieron “Pasé amigo” su amabilidad en el saludo y su tonada me sorprendieron, estaba solo como casi siempre, y sin querer empezamos a charlar, es de los pagos de Sombrerito, allá por el norte de Santa Fe, casi pegado al Chaco, de ahí su sobrenombre o como la mayoría lo conoce “El Chaca”.
Sigue Juan, “me habló de su mamá, descripta por el mismo como un tana de pura cepa, de hermosos ojos, pero más hermosos sus consejos que hoy todavía atesora en su corazón, en cambio de su papá bajando la cabeza me dijo otra cosa, lo recordó como un viejo golpeador”. “El Chaca comenzó a trabajar a los 9 años en la recolección de algodón en forma manual, por su poca estatura hasta que fue más grande y empezó en la recolección de caña de azúcar”.
“Con ese espíritu de hombre de campo y trabajador fue que lo llevo por distintos puntos del país trabajando siempre, hasta que recaló en una conocida empresa local, donde después de un pequeño accidente le diagnosticaron Diabetes, una enfermedad progresiva y de terrible consecuencia”.
Ahí fue cuando miré a Juan y sentí que estos balances por ahí no arrojan lo que uno quiere. ”Hoy José Luis Ayala, alias “¡El Chaca” tiene sus dos miembros inferiores amputados y ya casi no ve, pero mantiene un espíritu tan vital que desde su silla de ruedas hace pan casero que el mismo vende y huerta en cajones de fruta, a todo esto y cuando más atónito estaba yo, él me dijo eso si amigo: ¡Todos los días le agradezco a Dios por el nuevo día que me permite vivir!, jamás lo responsabilicé por el avance de mi enfermedad”.
Juan me miró y agregó, “agregó el Chaca, a mí el doctor me dijo que tenía que cuidarme desde el primer día que supe lo que padecía y yo no lo hice nunca. Ante tanto optimismo y ganas de vivir recordé, cuando Sergio el Padre Misionero, en una noche en la homilía de la novena, dijo, nunca tenemos que sostener que cuando nos acoge alguna enfermedad o problema, es la Cruz que Dios me dio para llevar, porque nuestro Padre, como todo padre no quiere hijos enfermos o quejosos, quiere hijos sanos que salgan a predicar su palabra”.
“Ante tanta fe y ganas de pelearle a la vida y cuando más confundido estaba yo, por tanta imagen en mi cabeza, le pregunto, ¿Qué espera de esta Navidad?, a lo que él me respondió, nada de regalos, solo quiero que me vengan a visitar!”. Ante tan sincero pedido no supe qué responder y entre lágrimas, algo tan común en mi me despedí, mientras que en la radio sonaba La Navidad de Luis de León Gieco”.
El silencio me ató la garganta, quedamos con Juan parados como si alrededor no pasara nada, y ahí nos vino nuestro rápido balance, el que lo hacés en dos segundos y siempre trae acarreadas las pérdidas... él perdió mucho y yo también... los dos sabemos lo que pasa por adentro, le di un abrazo y seguimos el camino. La Navidad y el Año Nuevo tienen esas cosas, tratar de mirar que cuando la mesa parece que se va achicando es mentira, tiene que ver con la perspectiva, con la llegada de los más pequeños y nuevos amigos, cada vez se agranda más. Por un gran 2024 para todos.
Fotos y relato: Juan Osvaldo Ávila.