Este viernes se celebra el “Día Mundial del Sueño” y, en el marco de tal acontecimiento, se pone de relieve un problema que va en aumento en gran parte de la población y que creció durante la pandemia de coronavirus: la dificultad para dormir.
Según Ineco, a nivel internacional, se estima que una de cada cuatro personas tienen inconvenientes para dormir y se calcula que entre un 30 y 40% de la población adulta tiene algún síntoma vinculado con el insomnio, que interfiere en su vida cotidiana, afectando mayormente a mujeres y personas de edad avanzada.
En el contexto actual de pandemia, algunos trabajos locales identificaron que el porcentaje de personas que refieren algún problema para dormir aumentó, llegando incluso el 80% en algunos grupos de personas.
“Se observa progresivamente, aunque se sostiene este contexto de pandemia y de medidas de aislamiento, un aumento en las consultas a nivel clínico de personas con queja con respecto al sueño”, afirmó Pablo López Director Académico de Fundación INECO y especialista en trastornos del sueño, en diálogo con Vía País.
Dificultades
En ese sentido, la falta de sueño a largo plazo puede asociarse a problemas de obesidad, diabetes, depresión y enfermedades cardiovasculares, lo que significa que no es una cuestión que ocasiona solamente fatiga o malestar sino que repercute de forma directa en la salud. Es por eso que para evitar ese tipo de complicaciones los especialistas enfatizan que lo recomendable es dormir entre siete y ocho horas.
“La cuarentena y las medidas de aislamiento en general afectan el sueño producto de los cambios de rutina que se están generando, sean a nivel laboral personal y como también lo que estamos observando actualmente con la modalidad de cursada presencial de los niveles iniciales y medios. Todo esto lleva a que la organización personal, familiar se vea modificada y muchas veces esa modificación puede alterar nuestro sueño. Sabemos que dormir bien está muy asociado con el hecho de tener rutinas estables”, explicó López.
Y agregó: “Esto incluye los horarios para comer, el ejercicio físico frecuente en horas alejadas de la hora de dormir por las noches, el hecho de estar más expuesto a los dispositivos electrónicos es otro fenómeno que se está dando en este contexto actual en el que estamos”.
Este problema se puede identificar a través de estudios como la Polisomnografía, en el que se pueden analizar los ciclos del sueño, lo que permite identificar patrones anormales o perjudiciales para el sueño normal.
Se trata de una prueba que permite diagnosticar los trastornos del sueño, registrando las ondas cerebrales, los niveles de oxígeno en la sangre, la frecuencia cardiaca y respiratoria, así como los movimientos oculares y de piernas durante el estudio.
Así, se descartan patologías como apneas del sueño o trastornos respiratorios relacionados con el sueño, insomnio crónico sin causa aparente, conductas inusuales como sueños vívidos o movimientos, narcolepsia y síndrome de piernas inquietas, entre otras.
En tanto, hay hábitos que son incompatibles con el sueño: hacer ejercicio a altas horas de la noche, fumar y automedicarse sin control médico.
Consejos
En estos casos, López sugiere cambios muy específicos, que están al alcance de cualquiera: establecer horarios regulares para acostarnos y levantarnos, diferenciar bien tanto el tiempo de trabajo con respecto al tiempo para descansar del lugar de trabajo y del lugar de descanso.
“Sabemos que nuestro cerebro en gran parte se guía por información contextual y es muy importante que seamos consistentes de esa información que le damos a nuestros cerebros”, manifestó.
Asimismo, remarcó que se “debe evitar realizar actividades laborales dentro de la habitación, menos en la cama aún”. También, se refirió a “las pautas de higiene del sueño no tradicionales”, en alusión a disminuir el consumo de cafeína tanto en las bebidas que lo contienen como en los medicamentos, evitar el consumo excesivo de alcohol particularmente por la noche, en lo posible no fumar o hacerlo en horarios alejados al sueño dado que la nicotina es un estimulante y puede generar una activación que es incompatible con el dormir.
“En caso de que no podamos dormir por un periodo mayor a 30 minutos, lo que se sugiere es salir de la habitación, hacer alguna actividad relajante y retomar luego de que inicie esta una nueva sensación de somnolencia que nos predisponga el sueño. Con respecto a las siestas, evitar que éstas sean prolongadas, si es que era la persona tiende a dormir siesta que no duren más de 20 o 30 minutos y que estén alejadas del horario de acostarnos”, cerró.