No se había completado la desconcentración de la multitud que protagonizó el miércoles pasado la denominada marcha federal educativa a Plaza de Mayo, cuando uno de los principales funcionarios de la Jefatura de Gabinete manifestó lo que muchos creen en la Casa Rosada, incluido el presidente Mauricio Macri: "estamos atravesando bien lo peor de la tempestad". A esa hora, Marcos Peña seguía dándole una encendida batalla dialéctica a la oposición en la Cámara de Diputados, con su primer informe de gestión del año.
Para el Gobierno, esa tempestad desatada por la protesta social comenzará a amainar tras el paro general convocado por la CGT para el 6 de abril. Hasta entonces, las calles de Buenos Aires y otras ciudades del país se saturarán de gritos, quejas y banderas agitadas.
También de piquetes y cortes, que seguirán por ahora sin recibir sanciones efectivas porque los estrategas del oficialismo quieren evitar episodios de violencia. Sospechan que los sectores más duros de la oposición están esperando victimizarse ante cualquier atisbo de represión. Informes de Inteligencia que circulan en los despachos del Gobierno aseguran que los grupos más extremos buscan que se produzca una muerte, para convertirla en símbolo de la lucha.
La historia, en el nuestro como en otros países, tiene abundantes episodios de esas características que han servido para realimentar espirales de violencia. Macri reiteró su reclamo de una mayor firmeza para evitar el bloqueo de las vías de circulación, pero con la especial recomendación de evitar enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad.
Las masivas concentraciones del viernes, para recordar el 24 de marzo de 1976, día en que las Fuerzas Armadas se apoderaron del Estado para instaurar la última y brutal dictadura militar, también formaron parte de la tempestad que atraviesa el Gobierno. Fueron claras y contundentes expresiones opositoras, ganadas por consignas partidarias como el "Vamos a volver" del kirchnerismo, o las clásicas exigencias revolucionarias de la izquierda.
Otro sentido
Quienes concurrieron a las marchas para memorar de manera reflexiva el horror de aquella etapa del país, y poner en valor el ejercicio de la democracia, quedaron atrapados en la vorágine de las disputas internas de sectores vinculados a los organismos de derechos humanos. El fuerte cruce verbal entre la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, y la titular de Abuelas, Estela de Carlotto, sacó a la superficie las miserias e intereses que florecen cuando se pierde el poder.
Aun cuando el foco de los cuestionamientos sea el gobierno macrista, la Casa Rosada advierte que ese escenario de polarización lo favorece en la consideración pública. "Que sigan así, que nos ayudan", comentan cerca del Presidente, cuando imaginan que por confrontación de imágenes la sociedad inclinará su voluntad hacia la negativa a volver al pasado reciente.
El Gobierno apuesta a transcurrir sin violencia este período tumultuoso hasta después del paro de la CGT. Entiende que la medida de fuerza será un escape a la presión social que tiene mucho de real, pero también está alimentada por la sobreactuación de la dirigencia opositora. Los nexos con los principales jefes sindicales no se han interrumpido, y aunque en la central obrera lo niegan, la organización de la huelga está siendo coordinada con funcionarios de tres ministerios para garantizar una protesta pacífica.
Pasado el 6 de abril, los escenarios que evalúan en la Casa Rosada son mucho más tranquilos que los que se viven actualmente. No imaginan la continuidad de un plan de lucha de las organizaciones sindicales, porque creen que los dirigentes no tendrán margen para seguir hostigando al Gobierno y la recuperación del consumo se hará visible para la sociedad.
Más calma
Después de la sesión del miércoles en la que la presencia del jefe de Gabinete le dio un alto voltaje político, la tranquilidad también llegará al Congreso. Tanto en Diputados como en el Senado, hay dos factores en los que el oficialismo confía para bajar el tono de los conflictos.
No habrá tratamiento de proyectos polémicos del Ejecutivo, porque la mayoría de ellos ya fueron aprobados el año pasado. Y quizás lo más importante para el objetivo del Gobierno es que los bloques opositores estarán sumergidos en sus internas partidarias. Antes deben conformar las listas de candidatos que competirán en las elecciones primarias de agosto, y luego se abocarán a la campaña por las legislativas de octubre.
Si en todo ese tiempo se hacen realidad los presagios de quienes integran el gabinete económico del Gobierno, y el alivio comienza a llegar a los sectores más afectados por la recesión, la conflictividad se reducirá a situaciones muy específicas. En el oficialismo encienden una vela todos los días con ese ruego.
El panorama político también está en plena construcción. El peronismo intenta caminos para alcanzar una unidad de difícil factura porque su atomización no encuentra puntos de acercamiento. El silencio impuesto por Cristina Fernández de Kirchner acerca de si va o no a ser candidata en la provincia de Buenos Aires, es el principal factor que demora decisiones y genera fuertes polémicas en ese sector de la oposición.
La reaparición en el ruedo político del ex ministro Florencio Randazzo, quien ha manifestado aunque no confirmado sus deseos de darle batalla a la ex presidenta, mantiene en vilo al peronismo nada menos que en la estratégica provincia de Buenos Aires. Allí estará el principal combate político que debe librar Cristina, ocupada hoy con los reproches que le hace la Justicia.