En la calle se respira el desencanto

Por Sergio Massa, especial para Vía País.

En la calle se respira el desencanto
En la calle se respira el desencanto\u002E

Un buen gobierno se define por su capacidad de generar con hechos e ideas expectativas positivas y confianza en el futuro. Y tras tres años, la administración Cambiemos decepcionó a la gran mayoría de los argentinos.

Mauricio Macri los desilusionó. Dilapidó un enorme capital social porque se encerró en sus caprichos, improvisaciones y frivolidades, repitiendo ante cada error que todo estaba calculado por "el mejor equipo de los últimos 50 años". La soberbia los alejó de la realidad y los acercó al fracaso.

Eligió el camino fácil de la confrontación inútil para evitar el debate democrático. La descalificación fue la respuesta a la crítica y se ignoraron todas las alertas tempranas de la crisis que se avecinaba.

Macri prefirió intentar destruir al adversario en lugar de gobernar para todos los argentinos con un proyecto inclusivo forjado en grandes políticas de Estado. Los resultados están a la vista: hoy hay más inflación, menos empleo, y los salarios y jubilaciones están cayendo.

Las pymes pelean contra las altas tasas de interés, la ausencia del crédito y el aumento de los costos operativos. La deuda pública se ha vuelto a constituir en una auténtica hipoteca para nuestro futuro.

Y "pobreza cero" es sólo el triste recuerdo de otra promesa incumplida. En la calle se respira el desencanto. Millones de personas se van a dormir asustados y con dudas, por los tarifazos o por los impuestazos. Tienen miedo al futuro. Macri dice que hay un solo camino. No es verdad.

Nuestra obligación es recrear las expectativas y construir una propuesta que nos devuelva a los argentinos la autoestima y la confianza en nuestras capacidades creativas. Tenemos que volver a enamorarnos de Argentina aceptando al que piensa distinto.

Para ello hay que tener claras las prioridades: establecer el rumbo del país, consolidar los equipos para gestionarlo y elegir a los candidatos para liderar los desafíos. Todo debe tener un propósito esencial: la unidad de los argentinos.

Se trata de un marco indispensable para elaborar las postergadas políticas de Estado con los acuerdos y consensos necesarios para darle un horizonte de largo plazo a nuestro país sin suprimir las diferencias y evitando a toda costa agitar conflictos superficiales.

No hay tiempo que perder. La agenda de los próximos años no puede ser la discusión de "la herencia de la herencia". Hay que construir una agenda alternativa de acuerdos y políticas de Estado.

Argentina es nuestra casa común y para consolidarla necesitamos reforzar los cimientos. Para ello resulta imprescindible la visión federal, la experiencia de nuestras provincias, de su cultura y el dinamismo de sus economías regionales.

Vamos a salir adelante por la capacidad emprendedora y la cultura de la producción y el trabajo del país y no por los cantos de sirena de la especulación financiera. Necesitamos equidad en las obras de infraestructura para integrar el país.

Abandonar el Plan Belgrano y reorientar sus recursos con mentalidad electoralista y unitaria fue un grave error, como así también abandonar a la Patagonia y mirarla como un costo. En materia de inversiones lo más importante es alentar la de los propios argentinos. Luego los demás seguirán nuestro ejemplo. Nadie va a confiar desde afuera si no ayudamos desde adentro.

Una mejor calidad de la política exige prioritariamente profundizar la igualdad de género. La sociedad aventaja a sus dirigentes en la materia y es tiempo de reflejar la madurez comunitaria en todas las esferas de la vida pública. Empezando por el propio Estado Nacional, desde la conformación del gabinete hasta los espacios de decisión en la administración y las empresas públicas. Los tres poderes de la República deben expresar igualdad de posibilidades y oportunidades entre hombres y mujeres. No se trata de una concesión generosa sino del reconocimiento a un lugar ganado. Mirar el futuro implica también comprender que no se trata de arrancar desde cero. Somos oposición pero no nos oponemos a todo.

Debemos ser justos con las muchas cosas que los argentinos hemos hecho bien y podemos seguir mejorando. Si alentamos la cooperación público-privada obtendremos beneficios individuales y colectivos.

Estado y privados juntos es sinónimo de crecimiento y desarrollo. Necesitamos superar antinomias gastadas para aplicar en ambos sectores todos los beneficios de la educación y la innovación tecnológica que nos ayuden a mejorar la productividad, la calidad de los bienes y servicios, como así también nuestra presencia en el mundo. Un mundo que hoy paga por el conocimiento, algo que la Argentina tiene y mucho. Para gobernar bien un país se requiere una buena lectura del escenario global. Integrarse es mucho más que simplemente relacionarse con otros países o ir desesperados a pedir un programa económico al FMI. Requiere identificar los intereses nacionales y asumir su defensa sin ideologismos y sin ingenuidades. Defender el trabajo y la producción argentina frente al mundo es la marca de este tiempo.

Macri, tres años después, ha fracasado económicamente. Nos ha dividido políticamente y nos ha hecho más desiguales como sociedad. Podemos hacer frente al próximo escenario electoral con una visión constructiva, sumando y creando mayorías, para edificar una alternativa superadora que se esmere en proponer ideas y discutirlas dejando de lado agravios y descalificaciones. Así podemos superar la decepción actual y volver a poner en marcha la esperanza. Dos de cada tres argentinos quieren otro camino y otro Gobierno. Hay alternativa y vamos a hacerla posible porque es necesaria y mayoritaria. Argentina no puede esperar más. Argentina nos convoca.