Vastas zonas del sureste de Estados Unidos estaban gravemente inundadas el lunes después del paso del huracán Florence, que causó la muerte de al menos 31 personas y daños estimados en miles de millones de dólares.
Degradado a depresión tropical, Florence "sigue produciendo fuertes lluvias", con "inundaciones catastróficas" en Carolina del Norte y del Sur y posibles "inundaciones repentinas" en Delaware, Maryland y Pensilvania, dijo el Centro Nacional de Huracanes (NHC).
El Servicio Meteorológico Nacional (NWS) señaló que Florence continuará debilitándose al avanzar hacia el noreste el martes, pero pronosticó "lluvias intensas" y "abundantes inundaciones fluviales" en las Carolinas y el sur de Virginia en los próximos días.
El riesgo de deslaves y fallas en represas persiste, advirtieron las autoridades, que también emitieron alertas por tornados en las Carolinas.
"Es una tormenta épica que continúa, algunas áreas aún no han sufrido la peor inundación", dijo Roy Cooper, gobernador de Carolina del Norte, al señalar en rueda de prensa que se trata de un "desastre monumental".
Según los últimos informes de las autoridades en Carolina del Norte, el estado más afectado, 25 personas murieron por el paso de Florence desde que tocó tierra el viernes en la costa atlántica del estado como un huracán de categoría 1 -en una escala máxima de cinco-.
Otras seis muertes habían sido confirmadas en Carolina del Sur.
Más de una decena de ríos en Carolina del Norte estaban desbordados o amenazaban con subir a niveles críticos, y medio millón de hogares en las Carolinas seguían sin electricidad el lunes, según funcionarios de gestión de emergencias.
En Pollocksville, un pueblo de Carolina del Norte afectado por el desborde del río Trent, 21 personas y siete perros fueron evacuados por socorristas.
"Recibimos una llamada del condado y entramos con cuatro botes de rescate a medida que el nivel del agua aumentaba", contó Omar Bourne, un rescatista de Nueva York.
En Raleigh, la capital estatal, más de 300 personas fueron alojadas en un refugio de la Cruz Roja en un campus universitario.
Génesis, una bebé de cuatro meses, dormía en los brazos de su madre Rashaunda Dickens, ajena al bullicio alrededor. "En la casa en la que vivimos, el agua llegó hasta el segundo piso. Perdimos todo", dijo Dickens.
Thomas Hammett dejó hace casi una semana su hogar en Otway, un balneario costero, con sus dos hijos, Christopher, de tres años, y Jerry, de once.
"Estamos deseando volver a la vida normal, con suerte será el miércoles", dijo a AFP, aliviado porque su casa aparentemente no resultó dañada. "Tuvimos que evacuar, era demasiado peligroso quedarse. Algunos murieron allí".
Aunque las condiciones mejoraran, las autoridades instaron a la población a no viajar aún debido al riesgo de inundaciones repentinas que podrían atrapar a los automovilistas.
"Muchas carreteras todavía están bajo riesgo de inundaciones", dijo Cooper. "Por favor, no se conviertan en alguien que necesite ser rescatado", dijo.
"Esta tormenta no ha terminado y grandes inundaciones podrían producirse durante toda la semana", tuiteó la secretaria de Seguridad Interior, Kirstjen Nielsen, que este lunes visitó Carolina del Norte para seguir de cerca las tareas de socorro y discutir con el gobernador Cooper los esfuerzos de recuperación.
El presidente Donald Trump firmó el domingo una declaración de desastre natural para Carolina del Sur, que permite disponder de ayuda federal adicional por Florence. Trump dijo la semana pasada que viajaría "pronto" a las áreas afectadas.
La empresa de análisis financiero CoreLogic estimó que el daño causado por Florence se acercará a los 170.000 millones de dólares, superando las pérdidas de Katrina en 2005 y Harvey en 2017.