Hace meses que se sabe que el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, no está cómodo en el Gobierno. Las razones van desde que no comparte la descentralización de las decisiones económicas en múltiples áreas, hasta discrepancias sobre los criterios técnicos y políticos para combatir la inflación, alentar las inversiones y poner orden en las cuentas fiscales. Sus amigos más cercanos afirman que está dispuesto a dejar el cargo, pero quiere hacerlo causándole el menor daño posible a la gestión de Mauricio Macri.
El despido el miércoles pasado de Isela Constantini de la conducción de Aerolíneas Argentinas por no ajustarse al pensamiento de los vice jefes de Gabinete Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, ni del ministro de Transporte Guillermo Dietrich, pareció abrir una puerta para la resolución de estos conflictos internos. Siempre según sus allegados, ahora Prat Gay estaría imaginando que de no haber un vuelco de la situación hacia afuera y hacia adentro del Gobierno, a más tardar en marzo desocuparía su escritorio en el Palacio de Hacienda.
Hace dos semanas, tanto Constantini como Prat Gay escucharon en silencio aquellas palabras del Presidente durante una reunión del gabinete ampliado, remarcando que Marcos Peña, Lopetegui y Quintana, "son yo". Eso no les hizo torcer sus voluntades de seguir adelante con sus ideas. A la ex jefa de Aerolíneas le pidieron la renuncia. La del ministro de Hacienda llegaría antes de que se la pidan.
¿Son éstos los únicos funcionarios de primera línea que expresan rebeldías ante las estructuras superiores del Gobierno? Fuentes oficiales sostienen que no, pero a la vez admiten que no todos los "disconformes" son capaces de llevar las cosas al extremo de su alejamiento. En la intimidad de la jefatura de Gabinete que conduce Peña la frase que responde a estos interrogantes es siempre la conocida: "al que no le guste que se vaya".
Los habilidosos
Lo que no se reconoce de manera explícita en la Casa Rosada es que el año político del Gobierno termina con saldo positivo más por el buen trabajo parlamentario de Cambiemos que por la gestión de sus funcionarios. Una de las excepciones es el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, quien ha sabido anudar una sólida relación con las provincias, que son una pieza insustituible para sostener la gobernabilidad.
El final relativamente feliz para la novela sobre la ley de Ganancias, requirió de varias muñecas políticas de las que hay escasez en el Gobierno. Después de la torpeza inicial de enviar un proyecto a sesiones extraordinarias sin consensuar, con la orden de no ceder modificaciones, y estando en minoría parlamentaria, el oficialismo sufrió la impotencia de ver a toda la oposición a los abrazos y aprobando en Diputados una ley demasiado onerosa.
Había que desmontar la construcción económica por un lado para no perjudicar al fisco, y la política por el otro, para que la experiencia de la vuelta a la unidad de kirchnerismo y peronismo no resultara exitosa. Quienes lo consiguieron son los mismos que lograron devolverle al Congreso el rol democrático de debatir y acordar, que no tuvo en los 12 años anteriores.
Desorientado por la falta de un liderazgo claro y por no haber comprendido todavía en forma cabal que perdieron el poder, los kirchneristas duros del Frente para la Victoria tuvieron una efímera explosión de júbilo que se transformó luego en frustración. Legisladores del oficialismo disfrutaron del placer de escuchar cómo el jefe de la bancada K, Héctor Recalde, le reprochaba a Axel Kiciloff: "Te hicieron una cama y nos acostaron a todos". Quedó en evidencia que el infantilismo político no es patrimonio exclusivo del macrismo, y que el resentimiento no es buen consejero.
El podio
Aceptar que se diera el golpe de timón por el que comenzó a revertirse la derrota inicial del Gobierno en la ley de Ganancias, correspondió, aunque no muy convencido, al presidente Macri. Fue cuando le contaron que la lectura que se hacía en los centros económicos mundiales era la de una cada vez mayor debilidad de su gestión porque perdía nada menos que el manejo de la política tributaria. "Está bien, negociemos pero con límites", admitió el jefe de Estado.
Aunque fueron varios los que aportaron a ese buen final, en el inventario figuran los nombres de Emilio Monzó, Mario Negri, Nicolás Massot, Miguel Pichetto, Frigerio, Jorge Triacca y una sorpresa que ya no lo es tanto: Hugo Moyano, con su ascendiente sobre la CGT. Todos brindarán mañana por el deber cumplido, gozando de un tranquilo espíritu navideño.
Por fuera de las expectativas económicas que ahora se depositan en el año por llegar, la ley de Ganancias anticipó una controversia mayúscula que comenzará a expresarse apenas termine la feria en tribunales. El nuevo régimen establece que los jueces y personal judicial seguirá sin pagar el impuesto, pero sí lo harán los designados a partir de enero próximo. La igualdad ante la ley y otras cuestiones no menores que involucran al conjunto de la Justicia, serán el núcleo de un conflicto que puede ser muy sensible.
El artículo 110 de la Constitución Nacional establece que la remuneración de los jueces de la Corte Suprema y de los tribunales inferiores de la Nación no podrá ser disminuida en manera alguna. Pero ese texto nada dice del resto de las estructuras judiciales, muchas de las cuales hoy están exentas de pagar Ganancias. Lo curioso es que serán los propios involucrados los que deban resolverse el problema