El macabro crimen de un joven de 20 años ocurrió en la localidad bonaerense de San Francisco Solano, en Quilmes. El principal sospechoso y único detenido por el hecho es la última persona que lo vio con vida: un amigo y vecino suyo que, después de matarlo, quemó su cuerpo y lo descuartizó a hachazos.
En plena investigación, la hipótesis más firme sostiene que los dos protagonistas de esta historia tuvieron el miércoles una pelea que terminó a los golpes y con uno de ellos muerto. El presunto asesino, Luis Rosales, de 19 años, se deshizo de las evidencias y descartó parte de los restos de su amigo en el arroyo Las Piedras, mientras que otra parte del cuerpo la escondió en su propia casa.
"Me mandé una cagada..., maté a uno... lo tengo en el fondo de casa", habría sido la confesión que esta persona escuchó de la propia boca del asesino. Ahora investigan si Rosales cometió el crimen bajo los efectos del alcohol o drogas.
El testimonio y otros indicios llevaron a los investigadores a la casa del acusado, ubicada en calles 840 y 887, donde encontraron un brazo izquierdo y partes de un torso quemados, ropa, armas blancas y otros elementos que ya fueron sumados al expediente.
A unos sesenta metros de ese lugar, en el arroyo Las Piedras, encontraron más restos de la víctima: la pierna derecha y el tronco. "Los vecinos dijeron que en la mañana del miércoles, este chico, que vive solo, prendió una gran fogata que llenó todo el barrio de humo e, incluso, fue a quejarse de esta situación", explicó a Télam una fuente cercana a la investigación.
A pesar del trágico desenlace, los testimonios coinciden en que la víctima y su asesino eran amigos, además de vecinos del barrio. Según manifestaron, solían reunirse todas las semanas.