Expertos de la Facultad de Informática e Ingeniería de la Universidad de Beihang y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Tsinghua, analizaron cómo podía afectar el clima a la expansión del coronavirus COVID-19, y observaron la incidencia de la humedad y el calor.
Por un lado, notaron que tras salir de China, el virus no se comportaba igual en países del sudeste asiático como Singapur, Malasia y Tailandia que en Corea del Sur, Japón o Irán. En el primer grupo, el COVID-19 se extendía con menos velocidad que en el segundo.
Tras estudiar las condiciones climáticas, además de otros factores como la densidad de la población y el PIB de las ciudades, llegaron a la conclusión de que por el aumento de un grado de temperatura, los contagios se reducían un 3,8%. Y cuando la humedad aumentaba un 1%, el descenso de los contagios podía alcanzar el 2,2%.
De esta manera, concluyeron que "la llegada del verano y la temporada de lluvias en el hemisferio norte podría reducir efectivamente la transmisión del COVID-19". Es por eso que en Argentina las autoridades intentan frenar su avance antes de la llegada del invierno.