Desde que el escritor irlandés Bram Stoker escribió Drácula, en 1897, este personaje no ha dejado de aterrar a distintas generaciones. En las películas, se los suele mostrar como un hombre pálido, con pelo azabache, que lleva una capa negra y un moño rojo.
Probablemente, Stoker no supiera que, casi 70 años de la publicación de su obra, se había descubierto una especie de ave con características muy similares al infame Conde.
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El loro aguileño, también llamado "loro de Pesquet" o simplemente "loro Drácula" no habita en Transilvania, sino en las selvas montañosas de Nueva Guinea. También se lo puede observar en algunos grandes zoológicos del mundo.
Mide aproximadamente 46 cm y pesa entre 680 y 800 g. Su aspecto y sonidos atemorizarían a cualquiera que se lo cruzara solo de noche: en vez de silbar, emite una especie de grito o gruñido.
El ave tiene plumas negras y grises en la parte trasera, con un intenso rojo en su vientre, la parte superior de la cola y el frontal de las alas. Su pico es largo pico ganchudo; y su rostro, también negro, carece de plumas. Una verdadera rareza.
Para tranquilidad de todos, los loros aguileños no beben sangre, sino que se alimentan a partir de flores, néctar e higos.
Lamentablemente, es el humano quien los ataca: debido a la depredación de su hábitat natural y la caza, solo quedan 30 mil ejemplares. Por este motivo, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) los clasifica en su lista roja como especie vulnerable.