Hay muchos prejuicios en torno a la papa: que engorda, que no aporta nutrientes, que no le hace bien a los más chicos. Pero como parte de una dieta equilibrada, este alimento es un complemento ideal y necesario.
Así lo demuestra la historia: desde que fue cultivada por primera vez, entre los años 8000 y 5000 a. C., ha acompañado a la humanidad y hasta rescató a regiones enteras de hambrunas.
Veamos, ¿cuáles son sus beneficios? En primer lugar, aporta proteínas (más aún, si se combina con alguna variedad de legumbres). A su vez, constituye un carbohidrato complejo, una fuente de energía 100% natural, especialmente para los que practican deportes.
También brinda antioxidantes y vitaminas B3, B6, B9 Y 6. Para aquellos que padecen de artritis o reumatismos, los ayuda con la desinflamación. Y su ácido fólico y hierro contribuyen a disminuir la anemia, además de contribuir al bienestar de las mujeres durante el embarazo.
Como pueden comprobar algunos abuelos y abuelas, el jugo de este tubérculo se ha utilizado tradicionalmente para tratar irritaciones, quemaduras y erupciones de la piel, ya que posee propiedades calmantes.
¿Piel seca, eczemas? Este alimento también mantiene hidratada la piel y contribuye a la generación de colágeno y elastina. Por este mismo motivo, algunos lo consideran un ingrediente para armar mascarillas anti-age.
Su ácido clorogénico, convierte a la papa en un diurético natural. Y nuevas investigaciones han demostrado su efectividad para prevenir enfermedades cardiovasculares y mejorar la circulación. Eso sí, siempre que no se sirva frita.
La mejor opción es hacerlas al vapor, al horno o mezcladas con huevo, sin mucho aceite. Los rocíos vegetales son los mejores aliados para este tipo de recetas. Se trata de innovar y comer lo que nos gusta, pero cuidando la salud.