Al gobierno le quedan 27 días para convencer a un sector decisivo del electorado que su plan económico es consistente y que en algún momento las familias comenzarán a ver resultados en sus casas, dado que hasta ahora a la mayoría no le ha llegado.
Se trata de ese segmento de entre 5% y 10% del padrón que, encuesta sobre encuesta, dice que aún no decidió su voto. Y en una de las elecciones que se avizoran como las más cerradas de los últimos años, cada sufragio tendrá peso propio.
En el Gobierno apuestan como nunca a este tercer trimestre porque se entrecruzará una desaceleración de la inflación mensual que viene desde junio con la entrada en vigor del grueso de las paritarias.
Hasta acá, el plan diseñado con el FMI dio resultados para reacomodar variables macroeconómicas, como el déficit fiscal. Pero ha tenido poco efecto en inflación, que si bien se ralentiza sigue en el 56% anual, y es una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos.
Atrás vienen dramas sociales como el desempleo y la precarización de los empleos que crea la economía (en su mayoría monotributistas), el aumento de la pobreza y la indigencia.
En todo este segmento poblacional hay principalmente clase media y jóvenes, para los cuales las cuestiones del bolsillo influyen casi en forma decisiva en el voto, según Ludmila Bottas, de la encuestadora Ipsos.
Al margen del restrictivo plan monetario para contener la inflación, el Gobierno ha puesto en marcha una batería de medidas por unos 200.000 millones de pesos para incentivar el consumo entre mayo y agosto y mejorar así el clima electoral.
Y dio resultados: la imagen e intención de votos del Presidente han mejorado hasta diez puntos en el último mes, según el promedio de las encuestas. Y se alejó, al menos para los micrófonos, ese "fantasma" que indicaba que el oficialismo podría perder en primera vuelta.
A los planes de consumo y tenue reactivación en algunos sectores (el campo es una excepción), se le suma la calma cambiaria. Que el dólar no se mueva en la Argentina ya parece un mérito. Y si baja hasta genera suspicacias.
Allí cabe una pregunta. ¿Cuánto hay de estabilidad real, sólida y duradera y cuánto hay de una situación artificial generada por una necesidad electoral expresa del Gobierno para lograr la reelección?
El economista Orlando Ferreres es tajante: "El dólar debería estar 54 pesos". Y advierte: "Si se pretende mantener el dólar estable a este valor actual por mucho tiempo estaremos complicados". Afectará las exportaciones y la balanza comercial.
Los 54 pesos por dólar surgen de un cálculo que consiste en tomar el tipo de cambio de 2008 (año base) y ajustarlo por el índice de Precios al Consumidor del Indec, restándole luego la inflación anual de los Estados Unidos, que es del 2%.
Otra reflexión que amerita este escenario es: ¿Qué costo real tiene este plan electoral? Sostener el dólar e impedir que la inflación se dispare con la política monetaria actual tiene un costo de entre 500.000 y 600.000 millones de pesos en doce meses.
Además, entre mayo, junio y lo que va de julio ya se vendieron 3.500 millones de dólares del préstamos del Fondo Monetario para evitar que el precio del billete suba con fuerza.
Eso es lo que hasta octubre se pagará a los bancos en concepto de intereses de las Letras de Liquidez, herramienta con la que el Banco Central absorbe pesos de las calles para enfriar los precios. Después está el costo social, que es imposible de dimensionar con claridad.
El hecho de que el dólar esté calmo no es nocivo en tanto y en cuanto esto se dé porque la economía genera las divisas suficientes para que los billetes no escaseen. En este escenario, con inflación del 56% anual, contenerlo genera atraso cambiario.
Pero el Gobierno está decidido a evitar cualquier sobresalto con el dólar al menos hasta asegurar una victoria en las urnas. Por ello, una nueva devaluación tras las elecciones es casi un hecho, gane quien gane.