Un paseo en el Tren del Fin del Mundo es una experiencia única de Ushuaia y que ningún turista que llega a ese lugar extremo se quiere perder, por lo que sus pasajeros aumentaron en las últimas temporadas estivales, y en esta esperan superar los 100.000, según sus administradores.
Tras una curva en el último tramo de la Ruta Nacional 3, surge la estación Fin del Mundo, a la derecha y siempre bajo una capa de nubes artificiales creadas por las calderas encendidas de las locomotoras.
En el hall calefaccionado, con mucha madera interior y banderas de numerosos países, el turista es recibido por jóvenes vestidas de guardias, que parecen azafatas, y muchachos con los típicos uniformes a rayas de presidiarios.
El trayecto original del entonces Tren de los Presos comenzaba en el Presidio de Ushuaia y recorría 25 kilómetros hasta el monte Susana, donde los reclusos recogían madera y piedras para construcción y calefacción.
Dejó de funcionar en 1947, cuando se clausuró la cárcel, y fue reabierto con fines turísticos en 1994, con un recorrido de siete kilómetros por valles, bosques y turbales.
"En la temporada anterior, de octubre de 2018 a abril de 2019, recibimos 98.199 pasajeros", dijo una vocera de la empresa Tren del Fin del Mundo, que destacó el creciente número de extranjeros gracias a los cruceros que recibe el puerto de Ushuaia.
Llegan de "Estados Unidos, Brasil, Italia, Francia, España, Alemania, China, entre otros orígenes", comentó, y adelantó que "para esta temporada se prevé un aumento considerable de pasajeros, a nivel nacional e internacional", que superaría los 100.000.
En la estación, los turistas compran los boletos, se toman fotos con los "presidiarios" y las guardas y, por una ventana interna, pueden ver los talleres de reparación y mantenimiento de coches y locomotoras.
La vocera dijo que "se está trabajando en la construcción de la primera locomotora a vapor realizada íntegramente en nuestros talleres", ya que las actuales fueron construidas en Alemania, Inglaterra, Sudáfrica y la provincia de Buenos Aires.
Se trata de la Sarmiento, que se sumará a las Rodrigo, Camila, Ingeniero Porta, Zubietta y Tierra del Fuego.
Télam partió en una formación de coches verdes y tan pequeños que parecían de juguete, tirados por la Ingeniero Porta, una locomotora negra con bronces brillantes y alta chimenea, sobre la estrechísima trocha de 60 centímetros.
Los coches cuentan con asientos de finos tapizados, mullidos, mesas individuales y una calefacción que obligaba a aliviar ropas en la última de las tres partidas diarias, aún una tarde de clima invernal.
Los extranjeros podían escuchar la historia del tren en equipos de audio en siete idiomas, mientras por las amplias ventanillas pasaban girones de vapor y un fondo de arbustos y pastos escarchados, el Cañadón del Toro y el Puente Quemado, sobre el Pipo.
En la primera estación, La Macarena, hay una pequeña cascada del deshielo de los montes Le Martial, de la que los presos proveían agua a los tanques de la locomotora La Coqueta.
Desde un mirador se tiene una panorámica del Valle del Pipo, los cerros Guanaco y Portada y el Monte Susana.
Muchos turistas se tomaban fotos con el personal y el tren, cuando el silbato de las guardas llamó a abordar, para continuar rumbo al PN Tierra del Fuego.
En esa reserva, el tren pasa por una zona intangible a la que ningún turista puede acceder por medios propios, donde se ve el Cementerio de Árboles, talados por los presos, y parte del aserradero Lombardich, que funcionó hasta la creación del parque.
En la Estación Parque Nacional, última parada, algunos turistas siguen su excursión en coches dentro de la reserva natural y otros regresan en el tren a la estación de partida.