“Y oí una voz del cielo, como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como el sonido de arpistas tocando sus arpas” APOCALIPSIS 14:2
Era una linda rutina los viernes de mi infancia. Llegar del colegio, almorzar, jugar con mi hermana mientras mamá dormía la siesta y esperar a que el abuelo “Cacho” nos pase a buscar en su Issar 700 color gris con asientos de cuero blanco. Un auto chiquito para un hombre de físico chico.
El abuelo tenía una forma particular de manejar, no le gustaba frenar en los semáforos, no sé si por capricho o con la intención de entretener a sus nietos cada vez que desde lejos vislumbraba el color rojo disminuía la velocidad, y a veces llegaba hasta la esquina a paso de hombre.
El viernes era día de compras. La primera parada era en la Cooperativa La Pampa sobre Avenida Moreno (hoy, Cooperativa Obrera) luego Verdulería y Frutería “Inocencio” ubicado en una esquina que ya no recuerdo, para finalizar el recorrido en cualquier kiosco de la ciudad para comprar la revista Anteojito.
Aquel viernes de principios de los años 80, aquella rutina se alteró de manera brusca: Salíamos de La Pampa repletos de bolsas cuando, cerca de las 16:30 horas, dos fuertes explosiones sacudieron la tranquilidad de toda la ciudad, dejando perplejos, asustados y desorientados a la mayoría de los transeúntes.
Todo hacia presuponer que se trataba de una tragedia de gran escala en algún sector de la ciudad. El abuelo intentó disimular sin éxito su preocupación para no alterarnos a mi hermana ni a mí, y apuro el paso para llegar al auto. En todas las esquinas la gente murmuraba sobre lo acontecido, de auto a auto se preguntaban ¿Qué había sucedido?
Sin realizar el resto del recorrido habitual llegamos a la casa de mis abuelos y mi abuela se encontraba parada en la puerta de calle. Olvidándose de saludar solo murmuraba: “¡tembló todo…tembló todo!”
Subimos la escalera de aquella vieja casona de calle Brandsen y el abuelo sin dejar las bolsas del supermercado prendió la radio a la espera de novedades sobre lo acontecido. El teléfono sonó y del otro lado de la línea la tía María relataba que le habían temblado los vidrios de la puerta del patio por el estruendo. Fue mayor la preocupación: María vivía a más de treinta cuadras de distancia de la calle Brandsen.
Luego de las explosiones y durante varios minutos pudo escucharse en el cielo un extraño zumbido, como se escuchan los sonidos del mar a la distancia, como la bocina de un barco.
La radio informaba que ni la policía ni los bomberos tenían conocimiento de ninguna explosión o accidente. Desde La Voz del Pueblo, en su edición del día posterior, Se especulaba con la posibilidad de que se tratase de dos aviones supersónicos rompiendo la barrera del sonido pero desde la Fuerza Aérea dieron por tierra esa versión, tampoco hubo testigos que puedan asegurar haber visto aeronaves supersónicas cruzando el cielo.
El run run de la información comenzó a correr. Los medios de comunicación aseguraban que, desde el barrio los silos de Molinos Río de la Plata, los vecinos salieron de inmediato a la vereda pensando que una de las enormes moles de cemento se había derrumbado.
Nunca se supo que sucedió, todo quedo envuelto en un misterio, nunca se encontraron explicaciones ni señales claras de lo ocurrido.
Aquella fue una de las primeras “explosiones fantasmas” que se recuerden en el país. Con el paso de los años hubo otras de similares características en Chubut, Salta Tucumán, Capital Federal; “terremotos de los cielos” sin explicación.
El 22 de noviembre de 2013 la misma explosión se escuchó al unísono en Inglaterra, Nueva York, Dinamarca y Sídney, y luego, aquel zumbido, como si se tratase de la bocina de un barco o del sonido de ciento de trompetas bajando desde el cielo.
Los científicos le encontraron un nombre a ese fenómeno que hoy se sigue escuchando en todas partes del mundo: “The Hum”, el zumbido, lo que no han encontrado son explicaciones de lo que ocurre. El folklore popular hizo su aporte y bautizó a ese fenómeno como “las trompetas del apocalipsis” el principio del fin de los tiempos, la hora señalada por Dios. Los menos escépticos lo han bautizado como “Godzilla”
El zumbido se escucha cada vez con más frecuencia en distintas partes del mundo.
En Argentina se registraron “al menos 26 casos entre 1960 y 2019″. Apenas una treintena de casos en casi seis décadas pero durante la cuarentena ese fenómeno se repitió como nunca antes.
A más de cuarenta años de su aparición nadie ha logrado encontrarle un origen. Algunos científicos sostienen que se trataría de una especie de “terremoto en el cielo” producido por el choque de masas de aire frías y calientes.
Pero los más escépticos dudan de esas explicaciones y sostienen que se trata de un mensaje de los cielos para toda la humanidad.
Quien quiera creer, que crea.