El Doctor René Favaloro nació y murió en el mes de julio. Llegó al mundo el día 12 de 1923. Hijo mayor de una familia humilde y dedicada al trabajo. Padre ebanista, madre modista. Él, con un pequeño taller de carpintería montado en la humilde vivienda de la familia; y ella, pasando largas horas frente a la máquina de coser para colaborar con la economía familiar, de ingresos escasos.
Aprendió el oficio de carpintero desde muy chico. Tenía apenas 10 años cuando comenzó a colaborar con su padre en el taller familiar durante los períodos de vacaciones, actividad que el propio René Favaloro consideró fundamental años más tarde, ya convertido en una eminencia mundial, cuando escribió en su autobiografía “Recuerdos de un médico Rural” publicado en el año 1980 la siguiente afirmación: “Así aprendí todos los secretos de la carpintería…. Años más tarde, cuando escuchaba al profesor Christmann decir que para ser un buen cirujano había que ser un buen carpintero yo pensaba que había realizado mi aprendizaje en aquel viejo taller”.

Culminados sus estudios secundarios ingresó a la carrera de medicina en 1941 y realizó la residencia en el Policlínico del barrio que lo vio crecer “el Mondongo” que así se llamaba porque sus habitantes, mayormente, trabajaban en los frigoríficos cercanos y cada semana, como parte de pago, recibían mondongo.
Luego, la vida lo llevó hasta Jacinto Aráuz, un pequeño pueblo de la provincia de La Pampa. Aceptó un reemplazo temporario de 3 meses para ejercer como médico rural, pero allí se quedó 12 años.
Junto a su hermano Juan José, también médico que arribó a la localidad tiempo después, convirtieron una vieja casa en una clínica con veintitrés camas y una sala de cirugía, además de ejercer la docencia enseñando sobre prevención de enfermedades y el cuidado de la salud.
Su trabajo en Jacinto Araúz fue tan eficiente que logró reducir los índices de mortalidad infantil y de desnutrición de manera considerable.
En 1962 se instaló en Estados Unidos. Su afán de perfeccionarse lo impulsó a prestar servicios en la Cleveland Clinic, de Ohio donde fue miembro del Departamento de Cirugía Torácica.
El 9 de mayo de 1967 Favaloro revolucionó la cardiología mundial al operar exitosamente a una mujer de 51 años mediante la técnica de bypass, técnica de su invención, que salvó la vida de millones de personas alrededor del mundo.

En 1971, decidió volver a la Argentina. En su carta de renuncia dirigida al jefe de cirugía de la Cleveland Clinic, que Favaloro incluyó en una nueva autobiografía titulada “De la Pampa a los Estados Unidos” publicada en 1992, así explicó su decisión: “Voy a dedicar el último tercio de mi vida a levantar un Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular en Buenos Aires. (…) El propósito principal es desarrollar un Departamento bien organizado donde pueda entrenar a cirujanos para el futuro. Créame, yo seré el hombre más feliz del mundo si puedo ver en los años por venir una nueva generación de argentinos que trabajen en distintos centros del país resolviendo los problemas a nivel comunitario y dotados de conocimientos médicos de excelencia”.
Un día de 1975, Don René cumplió su sueño y se convirtió en el hombre más feliz del mundo con la puesta en funcionamiento de la Fundación Favaloro. Más tarde, en 1992, inauguró el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, y seis años después, creó la Universidad Favaloro.
Nada hacía presuponer que 25 años más tarde de aquella inmensa felicidad que seguramente lo inundaba, solo quedaron algunas pocas migajas, insuficientes para detener su trágica última decisión.
Acosado por las deudas, atravesado por la burocracia, ninguneado por los políticos de turno y sin respuestas a sus incuestionables y justos pedidos de ayuda para sanear la difícil situación de la Fundación Favaloro, fue meditando su final.
Con sus valores humanitarios y su espíritu solidario intactos, se negó a dejar sin cobertura médica a sus afiliados a pesar de la agobiante situación financiera que atravesaba la Fundación. Hundido en una profunda depresión el 29 de julio de 2000 atravesó su corazón de un disparo. Salvó a millones pero no pudo salvar el propio.
Murió, en un país que no supo sostenerlo, pero que aún necesita de su compromiso sin atajos, de su intachable ética, de su firmeza y generosidad como latido constante que ha dejado una huella imborrable. Por eso, recordarlo no es solo evocarlo: es volver a latir con la esperanza de ser, como él, mejores. Porque honrar a Favaloro es cuidar lo más vital: la salud y la memoria.

René Favaloro en Tres Arroyos
El sábado 11 de agosto de 1990, con su felicidad intacta y su inmenso prestigio sobre sus espaldas, pero aún a medio construir, El Dr. René Favaloro visitó la Escuela Agropecuaria de Tres Arroyos invitado por la institución educativa en el marco del Día de la Enseñanza Agropecuaria.
La Conferencia se llevó a cabo en las instalaciones de la institución educativa en la Chacra Experimental de Barrow, con entrada libre y gratuita, y tal fue su importancia que la propia Escuela Agropecuaria puso micros a disposición, que partían desde la plaza San Martín, para trasladar a los interesados en asistir y que no contaran con movilidad propia.
En aquella ocasión el Dr. Favaloro fue recibido por el entonces director de la EATA, Patricio Ferrario. Previamente, a su conferencia y en horas de la tarde, recorrió la institución mostrando un genuino interés en las actividades de la escuela.

Durante su disertación se refirió a la necesidad de fortalecer la educación agropecuaria, a la que consideró una manera de transmitirles a los jóvenes, no solo el amor por la tierra y la naturaleza sino también, de inculcarles y recuperar desde la educación los valores que solo el trabajo constante y honesto puede forjar. “El joven que aprende a amar la tierra, raramente se desvía”- expresó y remarcó que “Ya Sarmiento en 1850 decía que los maestros debían ser agrónomos para poder inculcar conocimientos sobre nuestra tierra (…) que hará a los estudiantes, personas autosuficientes”
A continuación presentamos el extracto de la conferencia en el cual se refiere al tema expuesto:
Con la seriedad y pasión que lo caracterizaban, habló de la educación y sin rodeos advirtió que la Argentina ya en aquella época, atravesaba en la materia una crisis profunda.
La Voz del Pueblo es su publicación del día 12 de agosto de 1990 hizo referencia a la conferencia brindada por el cardiocirujano, y de esa publicación se extraen los siguientes conceptos:
Aseguraba que en escuelas y universidades se habían perdido muchos de los valores que alguna vez hicieron del sistema educativo argentino uno de los más respetados del mundo. Recordó, incluso, que hubo un tiempo en que el país se enorgullecía de “exportar cerebros”, gracias a la sólida formación de sus profesionales, requeridos en distintos rincones del planeta.
Con pesar, remarcó que la educación había caído en picada. Lo atribuyó, entre otras causas, a la escasez de docentes verdaderamente capacitados, pero también a una pérdida más silenciosa y profunda: la del respeto entre alumnos y profesores, un valor esencial que, según él, era la base de todo vínculo educativo.

Tampoco eludió otros temas incómodos. Señaló que no se exigía a los estudiantes en lo relativo a la lectura, que ya no se enfrentan a los grandes clásicos ni de la literatura universal ni de la argentina. En el terreno de la medicina —su ámbito— fue especialmente duro: afirmó que los médicos se están formando mal y que el país está saturado de profesionales.
Aquella del 11 de agosto de 1990 fue la única visita del Dr Favaloro a Tres Arroyos.
Hoy la Escuela Secundaria Nº 4 ubicada en avenida Rivadavia 514 lleva el nombre y una calle del barrio San Agustín también lo recuerda desde 2020.
NdE: Agradecemos a la Escuela Agropecuaria de Tres Arroyos y a su director Alejandro Mohamed por ceder el material fílmico y fotográfico que acompaña esta nota.
Colorinches Tresarroyenses de Vía Tres Arroyos fue declarado de interés municipal por la Municipalidad de Tres Arroyos, en septiembre de 2024.