Este lunes, feriado puente, la ciudad de Santa Rosa amaneció con un paisaje inusual, casi de ficción, prácticamente despoblado de la presencia humana que normalmente le da vida y sentido.
Un fotógrafo de Vía Santa Rosa recorrió las arterias vacías para constatar que, en su gran mayoría, la gente por fin acata la cuarentena y se queda en sus casas.
Sin casos confirmados de coronavirus en La Pampa, persisten algunos sospechosos y centenares de personas en aislamiento por provenir de los países con circulación de la enfermedad.
Al definirse, este sábado, un horario de atención comercial para los negocios habilitados en la franja horaria de 7 a 18 para evitar la circulación nocturna, en el mediodía del lunes se pudieron ver largas colas en las puertas de los supermercados, con la gente guardando prudente distancia, algunos con barbijos, y el ingreso restringido a "sale uno, entra uno".
Algún desprevenido que salió a cortar el pasto de la vereda fue rápidamente advertido por la policía que debe permanecer en el interior de la vivienda y el escaso tránsito de peatones o vehículos es abordado por los servidores públicos para que justifiquen su circulación.
Si alguien despertara hoy de un largo sueño, le costaría entender lo que está pasando, mas parecido a los preparativos de una guerra que a un problema sanitario.
Los que peinan canas sólo recuerdan algo similar con las prácticas de oscurecimiento en la noche de las ciudades durante el conflicto de límites con Chile, en 1978, o en la guerra de Malvinas, cuatro años mas tarde, ambos durante la última dictadura militar.