El martes a la mañana en la localidad de Quines, a 140 kilómetros de la capital puntana, la policía encontró primero el cadáver del femicida Edgar Amaya (55) quien se suicidó cortándose las venas luego de matar a su esposa, Dalinda Quevedo. cuyo cuerpo fue hallado el martes a la tarde, en el monte, a metros del camino de tierra que va al paraje El Milagro. Pero este miércoles, el médico forense Luis Lucero Arienti, al hacerle la autopsia, determinó que el golpe que la víctima recibió en el parietal derecho no fue lo que le causó la muerte, sino que murió asfixiada por estrangulamiento.
El perito le explicó a la Policía que Dalinda (53) tenía lesiones en la tráquea, causadas por la presión que el homicida ejerció, probablemente con las manos, hasta sofocarla, reveló el jefe de la Unidad Regional V de Policía, comisario general Martín Fernández a El Diario de la República.
Explicó que es prácticamente imposible descubrir si Amaya primero la asfixió y luego le pegó en la cabeza, o si fue al revés. Cerca del cuerpo la Policía halló dos elementos que podrían haber sido el arma homicida, un hacha y un palo que tenía manchas de sangre.
Aunque aún no trascendió el móvil del crimen que llevó al ex guardiacárcel de 55 años a asesinar a su esposa, que era empleada del hospital de Candelaria, se conoce que a pesar de llevar años de convivencia, la relación entre ellos no era buena. Dalinda lo había denunciado hace cuatro meses por violencia de género.
La pareja tenía tres hijos, un varón de unos 24 años, una chica de 21 y otra de 14 años. Vivía en una casa de la calle San José, frente a la cooperativa de agua, en la zona urbana del pueblo. Ese día a la hija menor le habrían comentado que salían, pero no trascendió si le dijeron hacia dónde iban.