En febrero de 2011 los padres de una nena, que en ese momento tenía 3 años y medio, la llevaron a una psicóloga por sus drásticos cambios actitudinales. La pequeña reveló que ella y una compañerita eran abusadas sexualmente por el dueño de un jardín maternal de la capital puntana. Este jueves la psicóloga declaró lo que la niña le confió durante la terapia. El relato de la pequeña fue tan claro y detallado que generó espanto.
"Los papás me fueron a consultar con cierta preocupación por un cambio de conducta de la niña", recordó la licenciada en psicología, Marcela Monte Riso, cuando se presentó como testigo ante la Cámara Penal 1 de San Luis. Su testimonio fue en el inicio de la segunda audiencia del juicio oral contra el imputado, S. G. A, de 38 años.
Los padres de la nena estaban preocupados porque había empezado a mantenerse alejada de su papá y, a la vez, más apegada a su mamá. Además tenía miedo a que cerraran la puerta de algunos ambientes de la casa. Los primeros síntomas de un cambio los habían notado en diciembre del año anterior: estaba muy rebelde, le dijeron los padres, según informó El Diario de la República.
La profesional relató que durante el tratamiento, que duró hasta octubre de 2011, notó que la niña demostraba una gran ansiedad y tensión; que la llevaba a ponerse una mano en la boca y a mordérsela. Además aseguró que la pequeña tenía el hábito de llevarse una mano a la ropa interior, de manera frecuente.
Monte Riso explicó que a la niña la hacía dibujar, como parte de la terapia, y que notó que "tenía una conducta evitativa" no lograba dibujar la figura de un varón. Aunque ella la invitaba a terminar el dibujo, "en catorce sesiones no lo terminó de pintar", describió.
Pero el 1º de Marzo de 2011 la nena logró contarle el horror que había sufrido en el jardín de infantes.
En una sesión anterior, la niña había descubierto, entre los juguetes del consultorio, lo que sería "la familia de Barbie, con una figura masculina que sería Ken". En esa nueva sesión, la pequeña le pidió los muñecos. Y puso al varón en una caja. "Él se tiene que quedar ahí", le dijo. "¿Por qué", quiso saber la terapeuta. "Porque es malo", contestó.
Sin embargo Monte Riso sacó de la caja al muñeco y lo puso lejos.
La nena, luego le comentó "parece un jardín" y cuando la terapeuta acercó al muñeco del varón, la niña encerró a la muñeca en un roperito. Le dijo que la nena tenía miedo. Cuando le preguntó de qué, la menor le contestó "ese es el profe". "Pero ¿no está ahí para ayudar?", la interrogó la especialista. La nena no quiso hablar. Sólo dijo "no" con la cabeza y notó que se puso muy tensa.
Pero no quedó ahí, la pequeña hizo la mímica de lo que el docente le hacía a ella y a otra nena (a la que nombró). Cuando la psicóloga le pidió detalles, tomó a los muñecos y reiteró el episodio, esta vez con detalles verbales, lo que dio cuenta manoseos en la zona genital, incluso le confesó que le había hecho doler.
En el relato la paciente también le dijo que parte del episodio fue visto por una empleada del jardín, "la seño Marta", que cuando vio lo que pasaba le habría dicho llorando al profesor: "Basta, no le hagas más eso".
Seguidamente se sentó en el banquillo a prestar declaración Marta González, familiar del acusado, y que trabajó en el jardín maternal. Aseguró que ella nunca vio nada raro o sospechoso en el comportamiento del dueño de la guardería.
"Él no tenía nada que ver con los chicos, porque estaba en la parte de la administración, solo tenía contacto con los padres cuando llegaban", aseguró.
También aseguró que el acusado nunca dio clases de Educación Física a los niños (S. G. A cursó esa carrera hasta cuarto año, pero no se recibió). "Daban las maestras, a veces le pedían que las supervisara", recordó.
La fiscal de Cámara le pidió a Carolina Monte Riso que le leyera a la testigo la parte de la declaración que había dado tiempo atrás, durante la primera etapa de la investigación. Y en ella había afirmado que su familiar sí les daba clases de gimnasia a los chicos. "Bueno, al principio empezaron a dar Educación Física y él supervisaba, los chicos le decían 'el profe', él les daba clases, pero con las maestras", reversionó su versión Marta.
La mujer nombró a otras docentes pero ninguna con el nombre de Marta, por lo que quedó la idea de que tal vez ella sea "la seño Marta" que le nombró la niña durante la sesión de terapia. Sin embargo Gonzalez remarcó que jamás vio a ninguna nena llorando o en una situación que justificara que ella la socorriera: "Nunca vi nada raro", reiteró.