Lucas Arroyo tiene 42 años, vive en San Juan, y estuvo preso durante 1000 días por venta de droga. El hombre contó a Diario Huarpe, cómo el rugby lo ayudó a salir adelante y hoy enseña a leer y escribir en el Servicio Penitenciario Provincial. "El deporte me dio la confianza necesaria para volver a reinsertarme en la sociedad", contó muy emocionado.
Lucas estuvo preso porque "se mandó una macana", aseguró. El hombre recibió una condena por nacrotráfico por "malas amistades e influencias", contó. "Yo no tenía antecedentes penales hasta ese momento. Fue muy duro todo lo que atravesar. Estar encerrado me sirvió para encontrar los rumbos de la vida y descubrirme a mí mismo", detalló el jugador de rugby.
En una pequeña celda del Pabellón de Delitos Federales, Lucas pasó casi cuatro años detenido. Esa época le sirvió para reflexionar lo que quería para su vida. Para pasar sus días en el Penal sanjuanino, Lucas empezó a ir a la biblioteca y a interesarse más por la lectura. Los miembros de una agrupación católica llamada Iglesia Virgen de Guadalupe lo ayudaron para salir adelante y lo motivaron.
De hecho fue el jugador quien armó en el Salón de Usos Múltiples (SUM), de la cárcel, una biblioteca para los internos. El condenado empezó a invitar a otros presos para que comenzaran a leer con él y ese fue el punto clave para sobrevivir a la cárcel. "Solamente venían dos o tres, pero no más", recordó sobre el inicio del proyecto. Privado de su libertad, Lucas también conoció a "Los Espartanos", el grupo de entrenadores que da clases de rubgy en contexto de encierro.
Así, además de la lectura el deporte lo ayudó a pasar los interminables días que debió soportar hasta recuperar la libertad. "Es una organización tocada por Dios. Hacen un laburo impecable y encima sin recibir nada a cambio", dijo el ex convicto sobre sus profesores de rugby. Ahora, ya en libertad, Lucas consiguió trabajo en una empresa constructora pero vuelve al Penal para dar clases de lectura y escritura a quienes antes compartían la vida con él.