Nacida y criada en la chacra de Salta, Francisca Domínguez pasó su niñez e incluso adolescencia bajo el sol trabajando en las cañas de azúcar con sus padres. Llegada la adultez, el panorama no cambió, así que ella decidió modificarlo y con 54 años se anotó por primera vez en la escuela.
Con la mayoría de edad y ya en pareja, la salteña se mudó a Maipú y continuó laburando aunque con la cosecha de uva, ajo y tomate. Se casó y tuvo cuatro hijos, quienes la hicieron abuela de 10 nietos, pero aún había una cuenta sin saldar.
“No saber leer es triste y doloroso porque uno va quedando aislado. Un día, con hijos ya adultos, encontré un folleto con la imagen de una escuela. Se lo llevé a uno de mis chicos para que me contara qué decía y me alentó para que fuera a la escuela. Así empecé”, recordó Francisca.
En un principio acudió al colegio María Auxiliadora, no obstante, este terminó cerrando. Lejos de darse por vencida, Domínguez decidió seguir viendo en dónde podía aprender y es así como se anotó en el Cebja 3-128 Marilin Penna de Ferro.
Comenzó la escuela a los 54 años: los desafíos y la fuerte voluntad de esta salteña
Finalmente, el lunes 27 de febrero fue su primer día de clases y las lágrimas no tardaron en caer. Según informó Los Andes, acude a un aula anexa del barrio Virgen del Pilar, perteneciente a la asociación Apoyo Familiar Mendoza, entidad que le cede el espacio a la institución educativa.
En base a lo que contó, le cuesta aprender a leer y escribir aún, ya que su cabeza “se enciende y se apaga permanentemente”. Entonces, señaló: “Además, aunque jamás falto a la escuela, tengo mucho que hacer en la casa, atender a mi esposo y continuar mi trabajo en la finca”.
No obstante, recién ha comenzado sus clases y aún le queda mucho por aprender. Gracias al Cebja, además, tiene tres compañeros de su misma generación atravesando lo mismo que ella, mientras que el resto es un poco más joven.
“Yo necesito que estén encima, que me expliquen bien las cosas porque me cuesta. No llevo la vida de un niño, que llega a su casa y tiene la comida lista y ninguna otra cosa que hacer. Pero no bajaré los brazos, esta es una meta que quiero cumplir y lo voy a lograr”, anticipó la salteña.
En este sentido, agregó: “Muchos se me ríen, pero no me importa. Me ven con el uniforme y me preguntan dónde voy. Les respondo que a la escuela y no lo pueden creer. Ojo, hay otros que los estoy convenciendo para que empiecen a estudiar”.
Miriam González, directora del Cebja, habló sobre lo que significa como docente y directiva el desarrollo y avance de estudiantes como Francisca. Desde un inicio, Domínguez manifestó su deseo de superarse y terminar la primaria.
“Con nuestra modalidad de jóvenes y adultos garantizamos el apoyo y la contención que necesitan desde lo emocional y lo académico”, explicó. Luego, sumó: “Brindamos las herramientas para que tengan un futuro, que puedan proyectarse, mejorar su calidad de vida y ser parte activa de lo social”.