En base a mucho talento y simpatía, Damián Pier Basile fue haciéndose un lugar en "Bake Off" hasta llegar a la gran final. Este domingo se define si se convierte en el gran ganador de uno de los ciclos más vistos del país y Rosario tiene a su representante para la ocasión.
Tras pasar por varias carreras universitarias, el protagonista del último programa decidió apostar a su pasión y dedicarse a lo que le gustó desde chico: la pastelería. Desde pequeño deleitaba a familiares, amigos y vecinos de Echesortu con sus recetas en cada fiesta o cumpleaños y por eso fueron sus allegados quienes más le insistieron para que participara del certamen.
En cada entrevista que dio destacó el gran grupo humano que encontró al arribar a Buenos Aires e iniciarse en el reality. Particularmente grande fue la amistad que tejió con Agustina, a quien le dedicó un sentido mensaje en Instagram.
"Días donde no existía la pandemia y podía ir a instalarme en tu casa. Levantarnos a las 12 del mediodía, hacer mate, cocinar, ir de compras, mirar la tele sin mirar nada, hablar de tus recuerdos y los míos, ver 800 videos, pasear por Rosario, imaginar pavadas, arreglarse para ir a Pichincha y terminar tomando cerveza y haciendo karaoke de Luis Miguel hasta las 3 a.m. Sé que odiás esta foto, pero no hay muchas normales. Gracias por estar conmigo siempre, amigo. Sos lo más del mundo y esto es solo nostalgia de cosas que extraño mucho", le escribió junto a una foto juntos.
Esta buena onda se trasladó a la competencia, con ayudas mutuas en momentos de apremios. Damián necesitó alguna mano salvadora en momentos en los que no la pasaba bien, sobre todo en lo que considera su punto débil, que es la minipastelería.
Sin embargo, nunca aflojó y superó los momentos críticos, aprendió de los errores, tomó las críticas constructivas del jurado y mejoró su rendimiento para sacar a relucir sus mejores ideas como las de tortas altas. Tan importante fue la evolución que en uno de los programas, Christophe, uno de los jurados más exigentes, lo abrazó por lo que bien que le había salido su obra.
"Me emocioné y no sé cómo hice para contener las lágrimas, porque venía de un bajón en el que no me salía nada. Que me haya abrazado fue el envión anímico que necesitaba para seguir adelante", admitió, y desde entonces sumó dos distinciones por haber sido el mejor en distintas etapas.
Ya en la final, no se amilana ni se arrepiente de haber dejado su trabajo de vendedor de una distribuidora para trasladarse al hostel de Capital Federal, donde se alojó durante todo el certamen. Siente que encontró finalmente a lo que quiere dedicarse, aunque por supuesto espera que el jurado le de el mejor veredicto que le permita obtener el premio mayor de $600 mil.