Gabriel, sereno del Barrio Prat, contó que mientras realizaba su recorrido con un compañero, en horas de la noche, divisó a un “bulto” que ingresó a una laguna de la zona. En ese momento, el otro sereno quiso seguir al animal.
“Caminaba en cuatro patas y galopaba”, continuó el relato, explicando que la laguna se encuentra ubicada dentro de una propiedad privada, donde funciona un geriátrico. Cabe señalar que, según el dueño del lugar mencionado, allí habitan monos carayás, por lo que los vecinos atribuyen el avistamiento a este animal.
Sin embargo, Gabriel aseguró que es la primera vez que vio al lobizón, teniendo en cuenta que trabaja en el puesto desde hace varios años. A su vez, contó que al momento de ver al supuesto lobizón, dos mujeres vieron cómo los perros del barrio empezaron a inquietarse.
Para terminar, el sereno comentó que, junto a su compañero trataron de seguir al “bulto” para ver de qué animal se trataba, pero no lograron hacerlo.
Leyenda del Lobizón:
La leyenda dice que el lobizón es el séptimo y último hijo de Tau y Kerana, en quien cayó la mayor maldición que pesaba sobre sus progenitores (esto último, según la Mitología Guaraní), que en las noches de luna llena de los Viernes; y/o Martes se transforma en un “animal” que mezcla las características de un perro muy grande y un hombre (otras veces, también, mezcla las características de un cerdo).
Para la transformación, el maldecido, comienza sintiéndose un poco mal; por ejemplo comienza sintiendo dolores y malestares, luego, presintiendo lo que va a venir, busca la soledad de un lugar apartado, como las partes frondosas del monte, se tira al suelo y rueda tres veces de izquierda a derecha, diciendo un credo al revés.
El hombre -lobizón se levanta con la forma de un perro inmenso, de color oscuro que va del negro al marrón bayo (dependiendo del color de piel del hombre portador de “la maldición”), ojos rojos refulgentes como dos brasas encendidas, patas muy grandes que son una mezcla de manos humanas y patas de perro, aunque otras veces, también tienen forma de pezuñas y que despide un olor fétido, como a podrido. Luego se levanta para vagar hasta que caiga el día.
Cuando los perros notan su presencia le siguen aullando y ladrando, pero sin atacarlo, por donde vaya. Se alimenta de las de heces de gallinas (por eso se dice que cuando el granjero ve que el gallinero está limpio, es porque el lobizón anda acechando por el lugar), cadáveres desenterrados de tumbas y de vez en cuando come algún bebé recién nacido que no haya sido bautizado.