Los dichos de Diana Mondino respecto de Malvinas y los derechos de los isleños me llevan a preguntar: ¿hasta dónde se proponen perforar el piso de los consensos democráticos? .
A cuarenta años de la vuelta de la democracia a la Argentina hay temas que son transversales y concitan el apoyo de todo el arco político.
Uno de ellos es, sin dudas, la cuestión Malvinas y el reclamo irrenunciable de nuestro país por su soberanía sobre las islas.
Malvinas no es solamente un símbolo de la soberanía nacional: constituye también un hito de nuestra recuperación democrática.
La guerra de Malvinas, un hecho trágico en nuestra historia, fue el determinante para la vuelta de la democracia.
Militares dictadores a los cuales se les perdió el respeto en los centros de poder mundial. El reclamo por Malvinas, el “Nunca Más” y la integración regional que se vio luego plasmada en el Mercosur son emblemas que nos enorgullecen y figuran en el haber de estos cuarenta años de institucionalidad democrática.
El objetivo de la Argentina es recuperar Malvinas por la vía diplomática, respetando la resolución 2065 del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas.
Uno de los elementos básicos que tiene en cuenta la ONU para declarar si un territorio es colonia o no es si tiene población trasplantada, lo cual en Malvinas es evidente con la implantación de los kelpers.
Ese y la integridad territorial fueron los argumentos que sustentaron al Comité de Descolonización que reconoció que Malvinas es un enclave colonial e instó al Reino Unido a sentarse a dialogar, como sucedió con Hong Kong, como sucedió con Macao y como otros 47 territorios que tras esa resolución histórica lograron dejar de ser colonia.
El mundo se hace eco de nuestro reclamo: las Malvinas son argentinas.
Así lo reconocen el Mercosur, la Unasur, la Celac, el G77 + China y la Organización para la Unidad Africana.
El último gran logro de nuestra diplomacia fue que la Unión Europea, en su última cumbre, reconoció en su documento final el principio de la integridad territorial y declaró que Malvinas es un territorio en disputa, llamándolas por su nombre.
Vaya mi respeto, desde mi identidad peronista, al embajador Lucio García del Solar, de cuna radical, que durante el Gobierno del doctor Arturo Illia encabezó las negociaciones para la resolución 2065.
Hay muchas deudas que esta democracia reconquistada por los argentinos tiene aún pendientes. “Con la democracia se come, se cura y se educa”, nos marcó Raúl Alfonsín; allí seguimos en deuda. Pero no me cabe ninguna duda que la mayor demanda que tenemos hoy es la justicia social.
La democracia se cuida y se mejora con más democracia.
No queremos la democracia de la limosna (aunque el verdadero origen de la palabra en el idioma arameo no es “dar lo que sobra” sino “reparar la injusticia”).
Debemos cumplir con nuestro Himno Nacional cuando nos señala: “Oíd el ruido de rotas cadenas, ved en trono a la noble igualdad”.
Son valores que sembraron nuestros fundadores y que hoy más que nunca debemos practicar para que nuestra democracia no se transforme en un sistema que descarta personas ni en una divisoria de ciudadanos de primera y de segunda.
*Fuente: Télam