En junio pasado, se cumplieron nueve años del femicidio de Ángeles Rawson, la joven de 16 años asesinada por Jorge Mangeri, portero del edificio en el que vivía. Jimena Aduriz, madre de la víctima, se refirió al asesino durante una entrevista que dio para “La Cruda”, podcast de Migue Granados, y aseguró que jamás lo hubiera creído capaz de algo así.
Aduriz comentó que al momento del crimen Mangeri hacía 11 años que trabajaba en el edificio. Dijo que era “eficaz y atento” y todos en el consorcio lo querían muchísimo.
“No hubo nada que me haga sospechar, nada. De hecho, después lo cotejé con mis vecinos. Nadie lo podía creer. Sospecharon de mi marido, porque no podían creer que este hombre fuera capaz de una cosa así”, dijo. También señaló que una vecina que tenía hijas adolescentes le contó: “Yo he dejado que él entrara con Emilia chiquita a cambiar la bombita”. “Tenía llave de todos los departamentos. Un psicópata de libro”, aseveró Aduriz.
Cómo fue el día del asesinato
La mamá de Ángeles recordó que los lunes eran complicados para la chica: tenía gimnasia por la mañana, dos horas después ingresaba a clases y luego tenía inglés. En esas dos horas libres, no siempre regresaba a su casa y, por lo general, volvía a las 21.15 hs.
Ese día, dice Aduriz, “hacía calor” y que le llamó la atención ver al portero con un buzo polar. “Le dije ‘hacete ver’, porque tenía cara de enfermo”. Eran cerca de las 17 horas. Ángeles ya había sido asesinada por Mangeri.
“Generalmente, [Ángeles] llegaba 21.15. Esperé hasta las 21.30 y llamé por teléfono. Alguien me atendió y cortaron. En ese momento no me di cuenta. Con el diario del lunes empezás a atar cabos, pero en ese momento no te das cuenta. Nunca te vas a imaginar que pasó algo así”, relató.
“Diez menos cuarto volví a llamar y no me contestaba. Ahí sí empecé a preocuparme”, contó. Y siguió: “Llamé a la Cultural Inglesa y me confirmaron que no asistió, así como el padre se comunicó con el colegio, donde tampoco había ido al mediodía”. Asimismo, enfatizó: “Me cayó la ficha mal fue cuando di con Dominga, la mujer que trabajaba en casa y me dijo: ‘La nena no entró’”.
Aduriz señala que pensaba que tal vez la chica se había resistido a un asalto y estaba golpeada en algún lugar. Por lo que sus familiares fueron a buscarla en los hospitales y no la encontraron. Contó luego, una vez ya encontrado el cuerpo, cuáles fueron sus sensaciones. “Fue muy duro ver a mi hija en una bolsa. Por otra parte, fue un alivio muy grande, porque la vi y estaba ahí. Yo pensé que no la iba a encontrar. Saber que iba a tener un lugar donde llevarle una flor, en ese momento era un tesoro”.
Asimismo, recordó que cuando lo vio a Mangeri en la fiscalía, por primera vez después del asesinato, se acercó a abrazarlo y él la miró raro. Minutos después, el portero confesaría su responsabilidad en el hecho.
Un caso que conmocionó al país
Ángeles Rawson, “Mumi” para su familia, fue asesinada el 10 de junio de 2013. Su cuerpo apareció al día siguiente en la planta de tratamiento de residuos de la Ceamse en la localidad bonaerense de José León Suárez.
Ese día, la adolescente regresó de la clase de gimnasia -quedó registrado en una cámara-, entró al edificio pero no a su departamento: se topó en el hall con Mangeri. La Justicia considera que el portero llevó engañada a Ángeles a algún sitio del edificio -el sótano o la portería del octavo piso-, donde inició un ataque sexual no consumado que, ante la resistencia de la víctima, terminó en homicidio.
Ángeles murió estrangulada y sofocada en no más de cinco minutos. Su asesino le fracturó cinco costillas, la clavícula derecha y una vértebra. No llegó a ser violada pero tenía en una de sus rodillas, en la ingle y en la cara interna de los muslos lesiones paragenitales que probaron que padeció un ataque sexual. Mangeri, según la sentencia, ató y acondicionó el cadáver dentro de bolsas de residuos para luego desecharlo en algún contenedor de basura.
Si bien al inicio se sospechó de algún asesino que la interceptó en la calle, luego de la aparición del video que probaba que había llegado a la casa, la mira se posó sobre el entorno familiar de la víctima, en especial, sobre su padrastro, Sergio Opatowski.
Cuando Granados le preguntó a Aduriz si en algún momento se le cruzó que podría haber sido su marido, la entrevistada se enfureció. “Esa pregunta que me estás haciendo, si la pensás un poquitito, es totalmente desubicada y me rompe las pelotas porque hace nueve años que me la hacen”, enfatizó.
El viernes posterior al crimen, Mangeri fue llevado a la fiscalía para una declaración testimonial y allí se autoincriminó cuando le dijo a la fiscal María Paula Asaro: “Soy el responsable de lo de Ravignani 2360″. Aunque esa confesión no tuvo valor legal, hubo una evidencia clave: el ADN de Mangeri estaba debajo de la uña del dedo índice de la mano derecha de Ángeles.
La chica lo había rasguñado para defenderse. El encargado tenía 34 lesiones: más de 20 eran arañazos de Ángeles, el resto eran quemaduras que él mismo se infringió para enmascararlas.
Finlamente, el 15 de julio de 2015, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 9 condenó al portero a prisión perpetua como autor de los delitos de “femicidio en concurso ideal con abuso sexual y homicidio agravado criminis causae”.