El próximo viernes 2 de abril, Viernes Santo, a las 20.30 horas, en el anfiteatro municipal, se presentará la conocida obra teatral “Mi Cristo roto”. Es una adaptación basada en el libro que lleva el mismo nombre, del P. Ramón Cue, SJ. La obra fue adaptada por Julio Chianetta a un formato teatral.
Existía una versión teatral pero muy ajustada al libro, cuyos textos quedaban un poco distantes de la forma cotidiana que tenemos los argentinos de comunicarnos. Vía Pérez se comunicó con Julio Chianetta, quien actuará junto a Marcos Franchi, en nuestra ciudad. “Es una obra que podría llegar a durar hora y media, pero la adapté de modo que dure 40 minutos y con el contenido que considero más importante para la obra”, explicó Chianetta.
“Es la consideración del Cristo muerto, al que le falta una pierna, los pies, un brazo y tiene cortado el rostro a la mitad, una obra ideal para representar un Viernes Santo, porque se habla de lo que significa ese día para la comunidad católica. En la obra actúan dos personajes, pero la única diferencia es que en la original, el sacerdote protagonista del anticuario en donde se encuentra esa pieza de arte, es un hombre mayor”, explica el actor rosarino.
Chianetta aclara que en la obra adaptada, dicho personaje es un chico joven, una especie de empleado de la casa de antigüedades, cuya aparición en escena se realiza de una manera humorística, “para ponerle un sesgo de sonrisa y que no sea solamente el peso de lo fuerte”, añade.
“En la obra aparece la voz de Dios”
El sacerdote estará representado por Julio Chanetta y será quien dialoga con el joven del anticuario, con la pieza de arte (el Cristo roto) y se comunica también con el público, para pedir que lo ayuden a encontrar una cruz para ese Cristo. “También en la obra aparece la voz de Dios, que está grabada por un actor de Rosario, Carlos Caruso, que es mi padre artístico y tiene una trayectoria de seis décadas. Es un hombre de 80 años que tiene una voz maravillosa y es quien ha hecho las grabaciones de lo que dice Dios”.
Se aprecian en la actuación momentos de reflexión, sobre lo que significa la figura de Cristo muerto, “porque a veces se trata de olvidar la cruz, la muerte, como si eso fuera algo negativo, para centrarse en la Resurrección, que lógicamente es fundamental, pero sin muerte no hay Resurrección”, puntualiza Chianetta, a quien le gusta traer a la actualidad lo que dice el libro escrito hace ya varias décadas.
Se refleja al final de la obra la desesperanza aparente que tiene el sacerdote protagónico, de no sentir que se comunica, no siente sensación, no percibe, “tal como le pasó a Santa Teresa de Jesús cuando vivió esa aridez en el alma y no siente sensación, no percibe que Dios la está escuchando, la está mirando. Mi personaje hace una súplica, una oración pidiéndole a Dios la necesidad de sentir que Dios lo cuida, que Dios lo asiste, que Dios lo mira, que Dios lo escucha”, especifica.
“Dios le responde con la verdad: siempre está asistiendo, siempre está mirando. Es una parte sumamente emotiva”, dice. La obra tiene momentos de música, al comenzar, cuando la gente está esperando, se escucha “El Mesías”, de Haendel. La idea es lograr que el espectador se meta en las escenas que se representarán.
Creer sin ver
Música ambiental y música final para sentir la alegría de darme cuenta que la fe es justamente creer sin ver, es aceptar la existencia y la presencia de Dios en mi vida sin verlo, y si bien es Viernes Santo, estamos a horas del Domingo de Resurrección.
Chianetta, es actor hace 43 años, y siempre escuchó que una obra de teatro se compone de tres voluntades: la del autor que la escribió, la del director que la dirige y la del actor que compone el personaje. “Yo creo que hay una cuarta voluntad que influye en esa función específica, y es el público presente, quienes actúan como una unidad”, afirma con convicción.
“Soy un ser humano y soy católico, por eso cuando represento al personaje que se encuentra con esta pieza de arte y le movilizan un montón de cosas interiores, lo que intento es hacer que el público piense, evalúe, que descubra lo mismo que le sucede en este proceso al sacerdote protagonista, que descubra la presencia de Dios y se responda un montón de cuestiones interiores, pero que fundamentalmente reafirme su fe, que la haga más firme, más vivida, más real, y la lleve a la vida cotidiana”, explica.
Al actor rosarino le emociona, más que el texto en sí, la reacción del público. “Me impresiona mucho. Llama la atención como la masa se comporta de una manera similar. Se crea un grado de empatía entre el público y el sacerdote que monologa, pero su oración mental es compartida, y al final, cuando siente flaquear su fe hasta que consigue ver a Dios como un Padre que nunca abandona, se vive un momento sublime, es el feed back que se crea entre el público y el personaje del sacerdote”, explica Chianetta con la convicción de quien lo tiene experimentado.
“No se puede explicar con palabras la adrenalina que tiene ese instante de la actuación, se convierte en algo pesado que lo siento en mis espaldas como un peso gigantesco pero que en vez de ser intolerable es maravilloso. Salgo a saludar con una emoción que, aunque intento disimularla, me es imposible”, finaliza.