Cuando la policía intentó arrestar a un joven pampeano por dormir en las calles de Neuquén, un taxista decidió rescatarlo. Ahora bien, no sólo impidió su detención, sino que lo acogió en su hogar y se volvió un amigo confidente.
Marcelino Vera, o como prefiere que lo llamen, Marcelo, lleva en sus hombros una historia de superación que lo ayudó a simpatizar con aquel muchacho acostado en la parada central de Avenida Olascoaga y Mitre. “Yo vengo de abajo, también la pasé mal. Por eso le di una mano, de corazón”, comentó.
Aquel día, cuando la policía estaba a punto de llevarse detenido a Juan Padilla, un joven de 30 años oriundo de La Pampa, Marcelo apareció. Los agentes lo tenían apoyado contra la pared, mientras él temblaba del miedo.
“El chico estaba temblando como un pollo mojado, todo orinado. Sé lo que es pasar hambre y estar en la calle, y me partió el alma. Le dije a la Policía que se ponga dos minutos en los zapatos de él. Lo único que estaba haciendo era dormir en el banco de una parada. No se lo llevó porque yo no dejé que lo haga, y luego me quería llevar a mí”, recordó el neuquino.
El taxista, que también se desempeña como gastronómico, gasista, pintor y albañil, contó a LMNeuquén que luego del incidente con los uniformados, decidió darle una mano al muchacho. Le avisó que ambos irían a su casa, y le pidió que se portara bien.
Lo salvó de la calle y hoy son amigos: la historia detrás de Marcelo y de Juan
Vera llegó a Neuquén luego de que sus padres lo cambiaran por una bolsa de papas y un cajón de manzanas. De este modo, pasó a estar bajo el “cuidado” de un chacarero de Cinco Saltos, con el cual no estuvo mucho tiempo.
Según indicó, el patrón lo acusaba de guardarse los vueltos y, en consecuencia, lo molía a golpes. Un día se escapó, lo atrapó la policía y personal de Gendarmería lo llevó a Las Lajas. No obstante, este no sería su destino final, pues luego de escaparse de ese sitio, terminaría en la capital.
“Hoy que soy grande tengo todo lo que quiero, pero hace poquito hablé con mi madre y volví a preguntarle ´por qué me largaron por un cajón de manzanas y una bolsa de papas’ cuando era pibe ¿Tan poco valgo? Hoy les tapo la boca con todo lo que hice acá en Neuquén”, manifestó con angustia.
Quebrado por las lágrimas, pudo contar también que tiene dos hijos: uno de 23 y otro de 25 años, ambos casados, con sus respectivas casas y autos, todo lo que Marcelo les pudo brindar. A pesar de la imagen negativa que tenía de sus progenitores, él cambió la historia.
“Vine de volado, anduve por todos lados”, fue la respuesta de Juan sobre cómo viajó de La Pampa a Neuquén. En su provincia sufrió un accidente años atrás con consecuencias irreparables para él y la familia que había formado.
Perdió a su hija de un año y medio, y él quedó con graves heridas tanto emocionales como físicas. La rueda de una camioneta le pasó por encima de la cabeza, provocándole un traumatismo severo de cráneo. Tiene una placa de platino en la cabeza y algunas dificultades motrices en la mitad de su cuerpo.
En Parque Central le robaron lo poco que le quedaba: un bolso donde guardaba su ropa, billetera y el carnet de discapacitado. Anduvo por otras provincias y después volvió a Neuquén, donde si bien intentó pagar un alquiler, no le alcanzó y terminó en la calle.
“Ahora dice que está en la gloria porque duerme en un sillón y tiene un televisor”, contó Marcelo. Al no acostumbrarse a los resortes del sommier, prefiere descansar allí por las noches. Mientras que en las mañanas su amigo neuquino lo despierta con mates.
“Puedo tomar mate y tengo para comer. Volví a ver a mis padres gracias a Marcelino. Nadie hizo lo que hizo él por mi. Me siento de diez. La compañía que siento no la sentí en ningún lado y eso me pone contento. Tengo ganas de seguirlo”, manifestó Juan.
Padilla actualmente sale a vender medias y bolsas de residuos por la calle, donde se las ingenia para hacer un aporte al hogar. Vera, en tanto, continúa con sus laburos como desde los 16 años, aunque pretende volver a mudarse.
Tiene planeado irse a vivir a España en un futuro no tan lejano; y si su convivencia con el pampeano continúa funcionando, hay posibilidades de que se vayan juntos hasta allí para seguir trabajando y viviendo.
“Ahora estoy bien. Tengo un buen pasar, con mucho esfuerzo. Pero yo vengo desde abajo y nunca me voy a olvidar de dónde vengo. También la pasé mal. Por eso le di una mano de corazón a Juancito. Cualquiera se merece eso”, cerró.