Laura Horta es una training y escaladora de 54 años, que logró cumplir su sueño: subir el Manaslu, en el Himalaya. La decana universitaria superó cada desafío de la naturaleza. No hubo avalancha, tormentas ni congelamiento que la hiciera volver. Ella resistió e hizo cumbre.
Laura se propuso, en marzo pasado, ascender el Manaslu o también conocida como la “Montaña de los Espíritus”. Mide 8.163 metros de altura, es la octava más alta del Himalaya y uno de los macizos más técnicos y el sexto más peligros por sus características.
La decana de la faculta de Educación en la Universidad Juan Agustín Maza conquistó su hazaña el miércoles 28, a las 11.45 de Nepal, tras luchar contra temperaturas bajo cero, tormentas y situación de avalancha.
Nada la frenó, supo esperar el momento, sobrellevando la angustia generada por el tremendo esfuerzo físico y mental, para seguir adelante. Lo hizo, resistió, venció las adversidades y se convirtió en la primera mendocina en subir Manaslu.
Los días previos a la cumbre en Manaslu
Era viernes 23. Aguardaba en el campamento 3, a 7.300 mil metros de altura, cuando el alerta por avalancha, a causa de una fuerte tormenta sobre un terreno blando, la obligó a descender hasta el campamento base. La decepción y la tristeza invadió a Laura, ya que nadie sabía cuándo el clima volvería acompañar.
Sin embargo, la buena noticia no tardó en llegar, ya que la misma empresa armó de inmediato un plan de ascenso para ese mismo domingo porque el pronóstico favorable sería para el lunes, y esa ventana de buen tiempo se debía aprovechar.
El plan fue muy exigente. En pocas horas debió subir al campamento III, descansar solo 3 horas y recuperarse para el día siguiente. Luego, llegar al campamento 4 (7.800), la última parada antes de la cumbre.
Esas horas y ese último tramo fue el más emocionante, pero también el más peligroso ya que la tormenta de nieve se había adelantado y por el nivel en que estaban, se debió utilizar tubos de oxígeno para movilizarse y evitar la hipoxia (ausencia de oxígeno suficiente en los tejidos como para mantener las funciones corporales).
Laura, los sherpas y otros escaladores debieron refugiarse en pocas carpas para mantenerse a salvo. Pero la mendocina se había separado de su sherpa y otra odisea vivió: se le acababa el oxígeno en su tubo y sólo le quedaba una hora. El problema era que su sherpa no estaba cerca y era quien debía asistirla. Por lo que en ese momento, cada minuto contaba.
El encuentro fue grato. Ese oxígeno fue la inyección de esperanza para seguir. Aunque los consejos de su sherpa era bajar de inmediato. Laura ni la pensó, se negó rotundamente. A pocas horas de la cumbre era inaudito. Y la expedición continuó con tormenta y todo.
Los últimos metros
Faltaba muy poco, la cumbre estaba palpándose. Eran 150 metros pero los más complicados. Laura debió escalar sin paredes a sus lados y avanzar por un borde hasta llegar a la cumbre. Allí pudo sentir la dicha de haber vencido miedos, de haber puesto a prueba el límite de su cuerpo y mente. De saber que valió la pena el sacrificio y que finalmente pudo decir ¡summit, summit!
Así, Laura logró cumplir su sueño. El primer de muchos otros, sin dudas.
Descenso y hospitalización
Laura demoró 5 horas en bajar del campamento III a la base, con la adrenalina a full y una felicidad inexplicable. Evito bajar en helicoptero o con alguna otra asistencia. Ella estaba plena.
Sin embargo, tres de sus dedos no se veían bien. Ella expresó dolor. Por tal razón, tras arribar al campo base, fue trasladada a Katmandú, donde quedó internada en el hospital internacional por protocolo y para ser revisada.
El saldo fue el desgaste lógico de su físico, buena salud aunque se constató cierto grado de congelamiento en tres dedos de una de sus manos. El diagnóstico fue tranquilizador ya que están fuera de peligro.
Ahora Laura podrá escribir su historia. Una cuya protagonista superó debilidades y potenció sus fortalezas. Una mujer que a sus 54 años sigue enseñando sobre conquistas.