Isabel Bustos tiene 53 años y está al frente de un comedor en Las Heras que se encarga de darle de comer a más de 204 niños por día. El lugar que ella preside es mucho más que eso, es también un centro de contención ya que además de darle un plato de comida a chicos de entre 7 meses y 17 años, los ayuda a terminar sus tareas, les ofrece talleres y les da herramientas a las madres para que tengan un trabajo digno.
Una mujer humilde con una infancia muy dura es la madre del corazón de todos los niños que día a día visitan su comedor. El mismo está ubicado en calle Azcuenaga al 1420, de Las Heras. Isabel comienza a cocinar a las 7 de la mañana, pero ella está acostumbrada ya que desde muy chica tiene la misma rutina: "Sufrí mucho porque mi madre con 35 años se quedó viuda con 11 hijos. Yo era la más chica y todos mis hermanos tuvieron que salir a trabajar. A los 8 años tuve que aprender a hacer pan y a cocinar para esperar a mi familia con la comida lista. Fue muy difícil".
Al principio, la mujer que vive con su esposo Carlos y sus 3 hijos (Brian-20-, Renzo -17- y Daiana, una menor autista), comenzó con un merendero. "En el 2012 salía con mi olla a la calle y una mesita y les daba a los chicos que salían del colegio una tacita de yerbiado con un pancito casero que yo misma hacía con la plata de mi pensión". Después junto con trabajadoras sociales de una fundación crearon el "Comedor Isabel".
"Comen aquí más de 200 niños por día", dijo Isabel.
"En el comedor comencé con 25 niños y ahora aproximadamente vienen 204, que van desde que son bebés hasta los 17 años y también se suman algunas madres. Colabora con nosotros una trabajadora social que intenta que los chicos consigan la beca para que puedan tener su abono, se puedan comprar zapatillas y demás. Yo ayudo a los niños para que sigan el colegio y no lo abandonen".
Isabel tiene una enfermedad en una de sus piernas y también una diabetes muy avanzada, pero lejos de parar para preocuparse por su salud, ella tiene muy en claro cual es su objetivo. "Lo que me motivó a hacer esto es mi historia de vida. Tuve una experiencia muy mala con el padre de mis hijos porque me pegaba mucho y decidí irme de mi casa con mis hijos. Lo único que quiero es que a ninguno de estos chicos le toque vivir lo que me tocó a mi", contó.
Lejos de ser solamente un comedor donde la gente va a buscar su plato de comida, Isabel se encarga en dar contención y ayudar a las personas en distintos aspectos. "Acá tenemos muchos talleres, hay uno de violencia de género, otro de dibujo, otro de cocina y más... Hay un médico que viene y atiende a los chicos y a chicas de 13 y 14 años que están embarazadas", contó esta aguerrida mujer a Vía Mendoza.
"Yo enseño a elaborar pan, tartas y facturas. Les intento dar una herramienta de trabajo a las madres para que vendan eso y no droga", agregó.
"Lunes, miércoles y viernes hacemos clases de apoyo. Los lunes cada 15 días se les corta el pelo y los sábados se les da inglés. Los chicos de la facultad de música se acercan y traen sus instrumentos para enseñarles a tocar. La idea es que en medio de tanta pobreza los chicos salgan de la droga", comentó con mucha preocupación.
Los miembros de su familia la acompañan y la apoyan mucho en esta dura tarea, pero se preocupan por su salud: "Les duele lo que vivo día a día. Ellos me dicen que prefieren que cierre el comedor para verme bien, pero yo no quiero. Los chicos me necesitan mucho".
La crisis económica está haciendo estragos en los sectores más vulnerables. Isabel lo sabe y apuesta por la buena voluntad de la gente. "Hoy en día hay más pobreza con respecto a años anteriores. Yo, junto con algunas madres, vamos a la feria y a algunas verdulerías para ver qué nos pueden regalar. La gente es solidaria, pero también la está pasando mal y nos dan lo que sobra".
"Yo tengo la necesidad de seguir ayudando y lo voy a seguir haciendo hasta donde aguante. Ahora el objetivo son las fiestas", contó Isabel.
"Acá le damos el desayuno a los chicos todos los días. Nos cuesta mucho el mediodía y la mediatarde. No tenemos quién nos de una mano. Yo cobro 4 mil pesos por mes de pensión y me vienen 7 mil pesos de luz", dijo Isabel entre lágrimas. El número de familias que se acerca a diario ha aumentando considerablemente en este último tiempo.
"Al Gobierno no le interesa darnos una mano, prefiere que la gente no vaya a la escuela así de esa manera los pueden manejar como ellos quieren. El municipio no nos ayuda. El intendente Daniel Orozco nos mandó dos garrafas en todo el invierno, cuando nosotros necesitamos una por día para cocinar. El estado está totalmente ausente en los comedores", reflexionó Isabel mientras ordenaba un poco la pequeña cocina de su comedor.
"Antes de asumir, Orozco me prometió que si tenía todos los papeles en regla me iba a poner el gas natural acá en el comedor por decreto. Me hizo hacer todos los papeles y nunca más obtuve una respuesta", contó desilusionada.
"El mes pasado -siguió- llamé a la asistente social del intendente para pedirle una ayuda para poder terminar la semana. Me dijo que ya mismo mandaba una camioneta con alimentos y todavía la estoy esperando. Pareciera que se burlara de nosotros", dijo mientras se apoderaba de ella una mezcla de sentimientos entre tristeza, frustración y enojo. Pero una certeza le retumbaba en el alma a esta madraza de corazón, y es que va a seguir ayudando a los que menos tienen pese a las adversidades.