El doctor en Química Rafael Fernandez, docente e investigador de la facultad de Ciencias Exactas de la UNCuyo, formó parte de un grupo científico internacional que acaba de revelar un hallazgo importante publicado en la revista Nature Communications: las concentraciones de yodo en la atmósfera se han triplicado durante las últimas décadas en el Atlántico Norte, producto del calentamiento global, informó la casa de Altos estudios.
Fernandez, quien además es investigador del Conicet y de la UTN Mendoza, es quien tuvo a cargo las simulaciones climáticas que permitieron, por primera vez, reproducir un registro de medidas de los niveles de iodo en el Ártico desde el 1950 hasta la actualidad. El registro completo data desde mediados del siglo XVIII e indica que los niveles de iodo en el Ártico permanecieron relativamente estables por 200 años y hasta la mitad del siglo XX, y se incrementaron en forma alarmante en las últimas seis décadas como consecuencia del aumento del ozono troposférico de origen antropogénico y el deshielo del Polo Norte.
Esas medidas se obtuvieron a partir de un sondeo de hielo (llamado "ice-core record") perforado en la península de Renland, en la costa de Groenlandia oriental, y la muestra ha permitido reconstruir el contenido de yodo en la atmósfera desde 1750 (inicio de la Revolución Industrial) hasta 2011.
“A partir del modelado computacional se pudieron proponer y validar las relaciones causa-efecto de este inesperado incremento en los niveles de iodo medidos en el hielo”, –dice Fernandez, a cargo de este aspecto clave en la investigación, coordinada en colaboración con el Departamento de Química Atmosférica y Clima del CSIC de España (donde realizó su postdoctorado).
“El modelo permitió evaluar la interacción entre las principales fuentes naturales de iodo y otros contaminantes antropogénicos emitidos desde Europa y Estados Unidos, siguiendo los notorios cambios en el planeta desde la revolución industrial. Basados en estudios independientes realizados por el mismo grupo en años anteriores, la simulación climática permitió validar dos hipótesis-mecanismos que relacionan la química natural del iodo tanto con el incremento de la contaminación atmosférica como con el calentamiento global”, amplía el científico de la UNCuyo.
Así, pudieron demostrar que el incremento en las emisiones de gases contaminantes desde el sector industrial y el transporte ha aumentado la formación de ozono troposférico, acelerando su transporte y deposición sobre los océanos (en particular en el hemisferio norte), lo cual produce un incremento en las emisiones oceánicas de yodo. Esto permite explicar el incremento de iodo desde 1950 hasta el 2000. Desde entonces, el reciente deshielo en el Ártico asociado al calentamiento global del planeta, ha reducido el espesor y porosidad de los glaciares de hielo, lo que induce a una mayor actividad biológica debajo de la superficie helada que conduce a la emisión de yodo a la atmósfera.
“Este último mecanismo habría empezado a ser activo en el Ártico muy recientemente siguiendo el rapidísimo adelgazamiento de la capa de hielo marino: hace sólo 20-30 años el grosor del hielo Ártico (mayor a 3 metros) era suficiente para que la radiación solar no pudiera penetrar hasta la base del hielo, pero al disminuir el espesor debajo de 1,5 metros es posible que los procesos biológicos foto-activos de distintas algas y otros organismos debajo del hielo cobren mayor importancia”, explica Fernandez.
El artículo concluye que el reciente incremento de yodo en el Ártico ha acelerado la capacidad oxidativa de la atmósfera, y servido para limitar el incremento de ozono troposférico en esta región del planeta.