Son un atractivo en si mismos y despiertan pasión pero también una opción que ganó terreno en medio de la crisis económica con su mecánica sencilla. Son parte de la historia pero están más presentes que nunca. El Chevy, el Torino, la Renoleta o el interminable Citroën 3CV, todos están de regreso.
"Podría haber elegido cualquier auto pero cuando comienza una charla con alguien a quien le provocaste un recuerdo familiar, ir por la ruta y sentir una bocina amiga, ir dejando una herencia a los miembros de la familia, ahí te das cuenta de que no es un auto sino que es parte de un todo que refleja un estilo de vida diferente". Esta fue la primera respuesta en un grupo de WhatsApp de dueños de Citroën 2CV y 3CV de Mendoza.
"El primer Renault 4 que tuve me lo regaló un tío para que pudiera trabajar. En una época de posadolescencia, año 97, era un auto que realmente no me gustaba pero me servía. Le cargaba máquinas, iba para un lado, para el otro, y el auto nunca me dejó, o nunca me terminó de dejar. Una vez que se rompió, porque lamentablemente tienen detalles que si uno no los cuida terminan fallando, me quedé como que me habían sacado la mitad, me faltaba mi compañero de trabajo. Te terminas enamorando", contó Mauro Demarco (46), creador del grupo de Facebook "AutoClub Renault 4 Argentina".
Demarco volvió a tener una Renola luego de que su hijo mayor encontrara un autito a escala de ese modelo y le pidiera hasta al cansancio a sus padres tener uno así “grande”.
Herencia familiar o el regalo del "primer auto", quien lo recibe quizás no lo hubiese elegido nunca pero muchos coinciden en que la versatilidad, la mecánica sencilla, los bajos costos de mantenimiento y las experiencias que se generan al andar, hacen que estos autos se vuelvan parte de uno, hasta el punto de elegir tener un tatuaje del "Correcaminos" como registro de lo vivido.
Robando miradas
"Algo que he notado al andar en el Citroën es que hay otra observación. Vas manejando y sentís que todo el mundo te mira. Al principio sentía eso, ahora ya me acostumbré. La gente mira el auto y, si te cruzás con otro Citroën, te tocan la bocina. Se crea un código entre dueñas y dueños de autos clásicos que se mantiene y que genera empatía", describió Majo. Este año ella y su hermana recibieron un regalo sorpresa de su mamá, María Gracia: un Citroën 3CV, modelo 1979 restaurado.
"He notado que hay una mayor solidaridad en la calle con estos autos. Hacía poco que lo tenía y una vez se me quedó sin combustible porque no me funciona el medidor y no me había dado cuenta, y me pasó que mucha gente se frenó a preguntarme si necesitaba algo, fueron y buscaron combustible. Cosas que con otros autos quizás no pase lo mismo. Lo he podido notar al manejar un auto así", agregó la joven.
"Siempre he tenido un sentimiento de añoranza con ese auto que usé en mi adolescencia, que primero fue de mi abuelo y luego mis padres se lo compraron. Me divertí mucho y fui muy feliz con él. Lo elijo porque es un auto precioso que tiene una carga afectiva muy grande. Y además porque es cómodo, es económico, es útil, sirve para que las chicas vayan de la casa a la universidad, al club, a sus actividades y vuelvan tranquilas. Lo van a disfrutar y lo están disfrutando como lo disfruté yo", contó María Gracia, la mamá de Majo.
Y agregó: "Yo creo que si lo hubieran visto cuando lo compré, no les hubiese ilusionado tanto como verlo después de restaurado. Si una los arregla, y los mantiene son muy vistosos y muy funcionales. Históricamente son autos que no requieren de demasiada complejidad para arreglarlos, se arreglan con poca plata o con mucho ingenio". Pero aclaró que mantenerlo en condiciones cuesta tres o cuatro veces el valor del auto.
"Todo el mundo te hace sentir que vas en un auto especial. En el viaje que hicimos a Buenos Aires en enero, la distracción de mis hijas era sacarse fotos con los camiones. Pasábamos camiones y los camioneros te tocan bocina, te prenden las luces, te sacan fotos. Y las chicas de adentro del auto les sacaban fotos a ellos, grababan videos. En las estaciones de servicio todo el mundo te pregunta de dónde sos y por el auto", relató Maximiliano (46), que hace dos años tiene un R4 y ya viajó a Buenos Aires, a San Luis, a San Juan y nunca lo dejó "a pata". Él participa en redes sociales de grupos de "renoleteros" de todo el país.
"Capaz que pasaron mil veces en los diez años que hace que vivimos en el barrio y nunca nos dieron bola y ahora, como el auto está parado en la puerta, se frenan y te preguntan del Citroën, si lo vendés o te cuentan algo de su juventud con el auto. Casi todo el mundo tiene una experiencia previa con un auto como este y está muy contento de ver que esté tan bonito", contó María Gracia, describiendo al mejor "rompehielo" para entablar una conversación. Y la mayoría de las veces, según cuenta Mauro por su experiencia, llegar hasta amistades en las que después el auto ya no es el protagonista.
¿Lo vendés?
Se repite de muchas maneras, cara a cara, de auto a auto en un semáforo, o hasta con papelitos pegados en el parabrisas con un número telefónico para contactar en caso de un "sí". Y como respuesta una sonrisa cómplice de significado universal: "nunca".
"¿Ofertas para comprármelo? Miles. Sobre todo durante el tiempo de la restauración. Después de que le hicieron la pintura ya era una locura; el pintor me contó que los clientes no paraban de preguntarle por el auto, a cada persona que entraba le llamaba la atención. El electricista también me dijo que se cansó de decir que yo no lo vendía", dijo entre risas María Gracia.
"Tuve la posibilidad dos veces de venderlo. Hice toda la gestión y a último momento me arrepentí y no lo vendí nada. Me acostumbré al auto y seguramente no voy a volver a conseguir otro en las condiciones que lo tengo", sentenció Maximiliano.
“Me ha pasado es que me han preguntado si lo alquilo para dar una vuelta. Ahora quizás en la pandemia no tanto pero pasa. Unas amigas me llamaron para hacer una sesión de fotos con el auto para un emprendimiento de ropa. También te da trabajo”, agregó Majo, risueña.
"Es una mercadería muy buscada, siempre y cuando esté en buen estado. Los precios pueden ser cualquiera porque no hay un precio exactamente de referencia. Generalmente quien lo tiene no lo vende, y si lo va a vender, lo hace a algún familiar, a un amigo o conocido. No llegan al mercado, diferente a lo que sucede en autos de colección para exposiciones", comentó Héctor, de Luma Automotores.
“Se puede decir que no hay un muy buen mercado para el auto clásico ya que el común denominador no reconoce un auto inmaculado sin restaurar del que se llenó de masilla o se le lavó la cara para que siga rodando”, advirtió, por su parte, Matías Pinna del grupo de Citroën.
*Este texto fue publicado originalmente por Los Andes. Se reproduce aquí con la autorización correspondiente.