Nueve familias que la semana pasada arribaron a la base Esperanza con el objetivo de habitar durante un año ese poblado del territorio antártico de la Argentina debieron prepararse durante varios meses para prever todo lo que pudiesen necesitar en ese período, pasar por estrictos controles sanitarios para prevenir contagios de coronavirus, y realizar una extensa travesía por aire, tierra y mar desde sus provincias de origen hasta ese rincón del continente blanco.
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La base Esperanza tiene la particularidad de ser la única en la que los científicos y militares que componen la dotación anual son acompañados por sus parejas e hijos; y para eso también funciona allí la escuela n° 38 “Presidente Raúl Ricardo Alfonsín” que forma parte del sistema educativo de la provincia de Tierra del Fuego y este año estará a cargo de un matrimonio de docentes compuesto por una jujeña y un correntino que viven junto a su familia en la ciudad fueguina de Río Grande.
Soledad Otaola, docente jujeña de 41 años, y su esposo Denis Barrios, un profesor de Educación Física de 46, arribaron con sus tres hijos más chicos.
UNA LARGA TRAVESÍA PARA UN AÑO DE EXPERIENCIAS
Los docentes y sus hijos llegaron a la base Esperanza el martes pasado junto a las otras ocho familias de la dotación 2022 después de una travesía que los llevó a salir de su hogar en Río Grande el 7 marzo por la madrugada para volar a Ushuaia desde donde lo hicieron a Buenos Aires para cumplir con un asilamiento preventivo y testeos PCR en la guarnición de Campo de Mayo antes de subirse al Hércules C-130 que los llevó hasta la base Marambio con una escala en Río Gallegos.
En la base Marambio estuvieron cerca de una hora antes que los helicópteros SeaKing del rompehielos “Almirante Irízar” los recogiera para embarcarlos en ese buque que los trasladó hasta la base que será su hogar hasta el verano de 2023.
Al respecto, la educadora mencionó que “una de las cosas más difíciles de la preparación es ser minucioso con las cosas que nos traemos, porque acá no hay adonde salir a comprar nada que nos hayamos olvidado; tuvimos que calcular cuánto champú vamos a gastar este año entre los cinco, o traer calzado de diferentes talles para los más chicos que van a crecer a lo largo del año. Nuestras familias nos acompañaron en todo ese proceso, pero la gran mayoría de las cosas todavía las tenemos dentro de los tambores azules en los que viajaron así que no estamos seguros de habernos olvidado algo”.
Y agregó: “Saber que habíamos quedado seleccionados para estar a cargo de la escuela y transitar el proceso de preparación fue muy movilizante, a nuestros hijos más grandes que quedaron en Río Grande les dejamos videos donde les explicamos cómo se enciende la bomba de agua o donde revisar la instalación eléctrica si se corta la luz”.
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“Como nuestras familias son de Jujuy y Corrientes estamos acostumbrados a festejos familiares con videoconferencias. Lo que nos causaba alguna incertidumbre era si se enfermaba algún pariente y no podíamos viajar, pero para eso la pandemia también fue como un ensayo”, relató.
A bordo del rompehielos las familias vivieron la experiencia de su primera navegación: la tripulación del buque los recibió con varias actividades planificadas para que tengan una estadía amena, entre las que hubo cine infantil, juegos de mesa y metegol, recorridas por las instalaciones del buque, y la tradicional “pizza de los sábados” del Irízar.