Theodore “Ted” Kaczynski, conocido como el “Unabomber”, murió en una prisión federal, informó el sábado a The Associated Press un portavoz de la Oficina de Prisiones de Estados Unidos.
Kaczynski fue hallado muerto alrededor de las 8 de la mañana en una prisión federal en Carolina del Norte. De momento se desconoce la causa de su deceso.
Fue trasladado a la instalación médica de la prisión federal en Carolina del Norte después de pasar dos décadas en una prisión federal Supermax en Colorado por una serie de ataques con bomba contra científicos.
Kaczynski cumplía una condena perpetua sin posibilidad de libertad bajo fianza después de su arresto en 1996 en una rudimentaria cabaña en la que vivía en el occidente de Montana.
Se declaró culpable de provocar 16 explosiones que mataron a tres personas y lesionaron a 23 más en varias partes del país entre 1978 y 1995.
La historia de Ted Kaczynski
El 3 de abril de 1996, cien agentes del FBI se internaron en un bosque del norte de Estados Unidos. Esperaban encontrar al terrorista más esquivo de la historia, un hombre al que buscaban desde hacía casi 20 años. Un verdadero fantasma.
Y allí estaba, en ese lugar recóndito de Montana, viviendo en una cabaña que construyó con sus propias manos, sin luz eléctrica ni agua corriente. Un lugar que para muchos podría ser peor que el exilio, pero que a él, una persona con fuertes problemas para socializar, le sentaba de maravilla. Allí había vivido como un ermitaño casi la mitad de su vida, enviando cartas-bomba a lo largo y ancho de Estados Unidos. El hombre se llama Theodore (Ted) John Kaczynski, pero todos lo conocen como el Unabomber.
En junio de 1969 y sin dar ninguna explicación, Ted renunció a su cargo como profesor y se fue a vivir a la casa de sus padres, en Lombard, Illinois. Dos años más tarde, se mudó a un terreno que compró en las afueras de Lincoln, Montana, en un bosque del norte de Estados Unidos. Su objetivo era volver a la naturaleza, ser autosuficiente para no depender del mundo exterior. En una especie de cliché para la cultura norteamericana (recordemos a Henry David Thoreau y Christopher McCandless), aprendió sobre plantas, cultivos y construyó una cabaña de madera, de tres metros por cuatro. Sin agua, electricidad o teléfono, Ted cavó un pozo de agua, instaló una bomba y consiguió una estufa para no morir en los duros inviernos en el bosque.
Si bien su cabaña no estaba en un terreno muy grande y se podía acceder por un camino de tierra, los vecinos no se acercaban demasiado, sobre todo porque, si lo hacían, Ted solía disparar su rifle al aire para asustarlos. De vez en cuando iba al pueblo: “Nunca conversaba”, recuerda Rhoda Burke, cajera de la despensa a la que iba: “Venía una o dos veces al mes a comprar alimentos, los ponía en la parte de atrás de su bicicleta y se iba a su casa”.
Desde allí, con una existencia algo extravagante pero no tan inusual en ese pueblo de apenas mil habitantes, Ted terminó de desbarrancar y comenzó su larga campaña terrorista. Su primera bomba fue para Buckley Crist, un profesor de la Universidad de Northwestern. El 25 de mayo de 1978 encontraron un paquete con su dirección como remitente en el estacionamiento de la Universidad de Illinois. A Crist le pareció sospechoso, ya que él no había enviado el paquete, y llamó a la policía del campus. Fue el oficial Terry Marker quien abrió el paquete explosivo que le hirió una mano. Fue la primera víctima de Ted.
A esa bomba le siguieron quince más a lo largo de 17 años, la última enviada el 24 de abril de 1995, un año antes de su detención. En total, mató a tres personas e hirió a otras 23. Entre sus objetivos, figuraron profesionales varios pero todos miembros del establishment tecnológico y científico, particularmente profesores universitarios y empleados y pasajeros de aerolíneas, de ahí el nombre con el que lo identificó el FBI cuando tomó el caso: UNABOMB (UNiversity and Airline BOMber) y que luego la prensa rebautizaría como Unabomber.