Todos los planes nutricionales incluyen proteínas, pero ¿todas las proteínas son buenas? La respuesta es que algunas son más recomendadas que otras, por ejemplo, las de las carnes blancas.
Carnes como la del pollo, pavo, conejo y algunos pescados son más recomendables que las carnes rojas (vaca, cordero, cerdo y cabra, por ejemplo) por varias razones respaldadas por estudios de nutrición y salud.
Por qué las carnes blancas son más recomendables
Las carnes blancas tiene menor contenido de grasas saturadas que las rojas, especialmente si no tienen piel. Cabe decir que un consumo elevado de grasas saturadas se asocia a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Además, tienen menor relación con enfermedades crónicas. El consumo frecuente de carnes rojas —sobre todo procesadas como embutidos, salchichas o fiambres— se ha vinculado con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer (especialmente el colorrectal). En tanto, las carnes blancas no muestran una asociación tan fuerte con estos riesgos en los estudios poblacionales.
Por su menor contenido graso y estructura muscular suelen ser más fáciles de digerir, lo que las hace apropiadas para personas con problemas digestivos o dietas más livianas.
Asimismo, brindan un buen aporte proteico con menos calorías. Son proteínas de alto valor biológico, hierro y vitaminas del grupo B, pero con un perfil calórico más bajo que muchas carnes rojas.
En tanto tiene menor impacto de compuestos dañinos al cocinarse. Es decir, al momento de cocinar las carnes rojas a altas temperaturas (parrilla, fritura), se forman más compuestos potencialmente cancerígenos (aminas heterocíclicas y nitrosaminas) que en las carnes blancas.
Si bien las carnes rojas no están prohibidas por los profesionales, su consumo moderado debería ser moderado. Se prioriza una mayor presencia de carnes blancas y pescado, ya que se asocia a mejores indicadores de salud a largo plazo.