En medio de denuncias y desmentidas, los pacientes de “La razón de vivir” tuvieron que irse de la comunidad

Luego de los allanamientos y detenciones, los jóvenes tuvieron que abandonar el supuesto espacio de rehabilitación donde trabajaba el “Teto” Medina.

En medio de denuncias y desmentidas, los pacientes de “La razón de vivir” tuvieron que irse de la comunidad
Reunión grupal en la comunidad "La razón de vivir"

“Nos sacan como perros”, comentó un joven al momento de abandonar la comunidad llamada “La razón de vivir”, en donde trabajaba el conductor Marcelo “Teto” Medina y supuestamente se hacían tratamientos de rehabilitación para adictos. Los allanamientos y detenciones del lugar se concretaron luego de que fuera denunciado por “reducción a la servidumbre y trabajos forzoso” además, según la Sedronar, “no tenía habilitación”. Mientras tanto, los pacientes debieron irse del lugar, aún sin querer hacerlo.

Gabriela Torres, titular de la Sedronar, había dicho que a partir de los allanamientos a los establecimientos de “La razón de vivir” -son más de uno-, se encontraban “evaluando a todos los pacientes y sus futuras derivaciones a otros espacios”.

Sin embargo, la mayoría estaba regresando a sus hogares. “Me tengo que ir a mi casa”, comentó uno de los pacientes, asegurando que en la comunidad “lo trataban bien” y que se iba con lo puesto y apenas una bolsa con sus pertenencias. Si bien señaló que se iba “por decisión propia”, aclaró que “no le habían dado otra alternativa”. “En vez de ayudarnos, vienen acá donde los pibes se están salvando la vida”, enfatizó el joven.

Marcelo "Teto" Medina en el centro de rehabilitación "La razón de vivir".
Marcelo "Teto" Medina en el centro de rehabilitación "La razón de vivir".

No solo los pacientes, sino también sus familiares mostraton su indignación por lo sucedido. “Hace seis meses que mi hijo está internado. Estamos felices. Es otra persona. Todo esto es una gran mentira”, señaló una de las madres que se encontraba en la entrada de la comunidad.

Asimismo, otro hombre de nombre Catriel se acercó a los medios para defender el centro. “Me interné cuando tenía 31, venía de consumir siete años”, dijo. En cuanto cómo era el sistema detalló que se les indica lavar sus propios platos y ropa y que eso “es muy difícil los primeros meses de tratamiento”. “Yo hablo como rehabilitado, defiendo al lugar y voy a estar siempre”, subrayó.

En cuanto a las denuncias, consideró que tal vez provengan de personas cercanas o padres de chicos descontentas con los directivos del lugar. A su vez, dijo que de los 60 chicos que estaban internados, quedaron 25 “que quieren salir adelante”.

Quiénes denunciaron a “La razón de vivir” y por qué

Las denuncias a “La razón de vivir” fueron realizadas por expacientes que hablaron de “situaciones de aprovechamiento de la vulnerabilidad de las personas”. La investigación asegura que “con la promesa de un tratamiento, los pacientes ingresaban mientras sus familias abonaban una suma de dinero mensual para costear el supuesto tratamiento”.

Sin embargo, se señala en la causa, “las víctimas no recibían ninguna prestación, sino que debían autogestionarse todos los servicios e insumos”, desde pedir leña para la calefacción y para cocinar hasta fabricar muebles para su propio uso. También se los obligaba a mendigar dinero y ayuda económica en la vía pública o iglesias.

En las redes sociales de la comunidad se publicaban fotos de las actividades.
En las redes sociales de la comunidad se publicaban fotos de las actividades.

Además de que recibían alimentos de baja calidad, eran los mismos internos quienes debían cocinarse. Por otro lado, se dedicaban a reparar y mantener las instalaciones sin un pago a cambio y por fuera de la capacidad necesaria para hacerlo.

Obligaban a las víctimas a preparar y cocinar alimentos de buena calidad nutricional y en buen estado para los integrantes de la asociación ilícita, que luego las víctimas tenían prohibido comer; en ocasiones debían dormir en el suelo o a la intemperie, expuestos a roedores; limitaban su libertad ambulatoria al máximo y los capturaban nuevamente cuando huían del lugar sin autorización; los privaban de atención médica básica y de los medicamentos que tenían prescriptos por médico autorizado; y les prohibían dormir durante noches enteras para hacer guardias en el lugar”, detalla la denuncia.

En uno de los testimonios se comentó que a un paciente con HIV lo hacían construir contrapisos, revocar y colocar cerámica. A su vez, debía hacer prepizzas y salir a venderlas sin obtener salario por esa labor. Lo más grave es que la organización le habría negado asistencia médica y medicamentos: Néstor Zelaya, organizador del centro terapéutico, le decía que no los necesitaba y que “sea fuerte”.