Marcelo Salinas tiene 49 años y hace 13 integra el cuerpo de bomberos de Caa Catí, Corrientes. Fue uno de los tantos héroes que con mucho valor enfrentaron el fuego en las tierras correntinas, en una de las peores catástrofes ambientales del país. Sin embargo Salinas sufrió graves heridas producto de las llamas y aunque su esposa y su familia le aconsejaron “tomarse un tiempo”, el no ve la hora de “ponerse el caso y volver”.
Para Marcelo, ser bombero “es una actividad primordial en su vida. Cuesta explicar los motivos”, dijo el correntino en diálogo con Clarín. Su pasión llegó a través de su hermano, quien trabaja en el área administrativa del cuartel, pero no es bombero. Empezó a trabajar en el 2008 y desde ese entonces se convirtió en una pasión “inentendible”, aseguró Silvia, su esposa y madre de sus dos hijos, Fernando (20) y Facundo (15).
Silvia le exigió a su marido que no le transmitiera su amor por el voluntariado a sus hijos. “La entiendo a mi mujer, sobre todo ahora, que casi no la cuento. Estuve ahí de que el fuego me devore, nunca había vivido algo así, tuve mucho miedo”, dijo Marcelo, quien en enero sufrió terribles quemaduras mientras luchaba contra los incendios. Estuvo ocho días en terapia intensiva. Actualmente se encuentra fuera de peligro.
Marcelo combatió los incendios que afectaron al 12% de la provincia de Corrientes. Bomberos de todo el país corrieron al rescate y le pusieron el cuerpo a las llamas. Varios de ellos terminaron gravemente heridos y resaltaron la difícil situación que debieron afrontar. “Dan ganas de llorar, Fue una pesadilla y estuvimos muy solos... El gobierno nacional con sus envíos, el ministro de Ambiente y el presidente llegaron demasiado tarde... ¿Por qué? Porque no dimensionaron nunca lo que sucedió, tienen una mirada muy superficial y ajena”, enfatizó Marcelo.
Un día de celebración que casi termina en una tragedia
El 22 de enero la familia Salinas se preparaba para asistir a la graduación de Fernando, el hijo mayor, que se recibía de técnico en seguridad vial. Sin embargo horas antes se encendió la alarma del Departamento de Bomberos de Caa Catí. “Voy a ver de qué se trata, amor, y vengo rápido... Esta noche será inolvidable”, le dijo Marcelo a su esposa.
“Cuando me presenté en el cuartel nos dijeron que el fuego se había expandido en los campos y estaba a unos tres kilómetros de la entrada al pueblo. Debíamos frenarlo cuanto antes”. Junto a ocho bomberos, Salinas se dirigió a las afueras del pueblo donde se toparon con el desastre. “La sequedad de campos, plantaciones y bosques nativos avivaron las llamas que, en un principio parecíamos controlar con el agua, cada uno de nosotros desde distintas posiciones”, sostuvo Marcelo.
Sin embargo el viento cambió de dirección, las cenizas se descontrolaron y Salinas y su compañero Omar López quedaron atrapados. “Empezaron los gritos desesperados y había que levantar campamento, dejar todo, pero no podíamos, yo no podía, estaban nuestros equipos de trabajo que el fuego estropearía...son carísimos”, contó.
En lugar de correr, Salinas quiso salvar la manguera y su vida terminó corriendo un terrible peligro. “Me quedé paralizado, no encontraba salida, las llamas de 20 metros de altura parecían tsunamis de fuego. Por la mente se me pasaron cientos de imágenes: mis hijos, mi mujer, la fiesta de graduación a la que no iría. ‘¿Me estoy por morir?’, pensé. En un rapto de claridad encontré un espacio posible por donde salir: había fuego, pero era eso o nada. Ya durante el día el calor superaba los 40 grados, y en el lugar donde yo estaba era el infierno de 100 grados, el pasto quemado ardía y sentía que me iba derritiendo, una tortura”, recordó.
En ese momento, Salinas luchaba por intentar recordar las lecciones había recibido de sus superiores, pero no lo conseguía. El fuego, el calor y el miedo eran paralizantes. Logró salir por el espacio que había encontrado pero se cayó y se descompensó. Estuvo tirado unos momentos hasta que con mucho esfuerzo logré recuperarse.
“Tendría que haberme ido con mis compañeros, pero en ese momento siempre pensás que tenés cinco, diez segundos más para agarrar los instrumentos; claro que no estaba en los planes la gravitación del viento”. Por más años que tengas, por más experiencia, el fuego es traicionero, más en un ambiente como el de nuestra provincia. Yo aprendí de esta paliza, fue una lección y por supuesto que tomé nota para no volver a sentir la impotencia y la frustración”, reflexionó Salinas.
Un largo camino de recuperación
“Los dolores y la quemazón aflojaron pero los médicos me dijeron que la recuperación sería larga. Al principio me hablaron de un año para dejar que se reponga la piel y el cartílago, pero ahora me dijeron que estoy mucho mejor, de hecho me habían comentado que me harían injertos pero al parecer no serían necesarios. Igual hay que esperar y la espera me vuelve loco”, explicó.
Además de ser bombero, Salinas es fotógrafo freelance y trabaja en una escuela como administrativo. “Fue muy difícil ver las imágenes terroríficas por televisión, mis compañeros que llegaron de distintas ciudades exhaustos y yo tirado en una cama sintiéndome el peor de todos”.
Marcelo continúa con su recuperación, y a pesar del miedo y la insistencia de su familia para que se aleje de las llamas, su vocación y su pasión son más fuertes. “Tengo que hablar con mis hijos, con mi mujer y decidiremos lo mejor para todos. Pero el bombero tiene un ADN que nadie comprende. Cuando todos corren para escaparse del fuego, nosotros estamos entrando”, aseguró.
“No es fácil ser bombero: si apagaste el incendio, era lo que tenías que hacer, pero si no pudiste hacerlo o te lleva más tiempo, llueven las críticas porque llegaste tarde o no estás lo suficientemente preparado” dijo Salinas. Y agregó: “Es hora de que los bomberos tengamos al menos una jubilación luego de cumplir, como mínimo, 18 años de actividad en el servicio. Es un proyecto de ley provincial que lanzó un diputado correntino y esperemos que se promulgue rápidamente. ¿De qué monto sería? Uno similar al de un oficial de policía de la provincia de Corrientes. Duele mucho ser bombero y no tener aunque sea un seguro por accidente. Tenemos sí un seguro de vida, que se ejecuta cuando morimos. Muy injusto”.
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