En un análisis de estos factores se observa que la siembra directa creció en los últimos 26 años en la República Argentina. En 1991 se realizaron las primeras siembras con grandes inconvenientes, principalmente por el manejo de malezas, ya que al no remover el suelo se entorpece las labores de control de éstas. La no remoción dejaba librado el control de las mismas tan solo al manejo agronómico (espaciamiento entre hileras, fechas de siembra, rotaciones) y al uso de fitosanitarios.
Esto no significa que debamos laborear los suelos ya que destruiremos todo el capital invertido en su conservación. Además, la remoción controla momentáneamente a las especies resistentes, tales como rama negra, pero permite el desarrollo de otras, sin solucionar el problema.
A partir del año 1996 con la llegada y adopción de cultivares de soja resistentes a glifosato, se descarga toda la responsabilidad en el control a la aplicación de este fitosanitario, tanto en barbecho como en post emergencia del cultivo, prevaleciendo el control químico como eje central del manejo.
Como consecuencia de estas prácticas comienza a intensificarse el uso del glifosato casi como única herramienta válida de control, en algunos casos mezclado con otros herbicidas como 2,4 D, dicamba o metsulfurón. Esta intensificación significó aumentar en los últimos 16 años las dosis y el número de aplicaciones de glifosato.
A partir del 2004 ingresa al mercado un nuevo evento, los maíces resistentes al glifosato, lo cual suma un peldaño más a este proceso de intensificación productiva. Por lo tanto, con estas tecnologías adoptadas, se produjeron importantes cambios en las comunidades de plantas, como consecuencia clara de la modificación generada en el ambiente productivo.
En definitiva, la siembra directa más la tecnología de soja y maíz resistente a glifosato sumado al uso indiscriminado del mismo en un sistema de monocultivo afectan la comunidad de plantas, ejerciendo una presión de selección en forma sostenida, lo que generó la aparición de especies resistentes a glifosato.
Tenemos que manejar el sistema de forma diferente, considerando un «manejo integrado», lo que conlleva a utilizar mezclas de herbicidas correctamente seleccionados y rotarlos utilizando diferentes modos y mecanismos de acción y en distinta oportunidad de aplicación.
Se deben aplicar a la dosis indicada en el marbete. Se recomienda considerar controles culturales tales como fechas de siembra, distancia entre hileras, rotación de cultivos, empleo de cultivos de cobertura, entre otros. Completar la eliminación de cualquier planta resistente que haya quedado sin control en el lote, se debe evitar que complete su ciclo y semilla.
Limpiar la máquina cosechadora correctamente antes que la misma abandone el campo y destruir los restos de la limpieza.
Estos son algunos principios básicos necesarios para comenzar un programa donde se debe hacer gran hincapié en el control preventivo, que es el más económico.
Es por esto que se aconseja tomar todos los recaudos de control frente a esa aparición, pero el mejor método es siempre el preventivo.
Nota de Jorge Zanettni