El humo de esos incendios fue grande, pero inferior al humo del relato. Por ejemplo el que pretende instalar la idea de que la economía está estabilizada, que la inflación está bajando y que después de China somos el país que más ha crecido.
No es ficción, son todos argumentos esgrimidos por figuras relevantes del gobierno que pareciera que se mueven por sensaciones. O simplemente que mienten sin ponerse colorados. Cuando sople un viento fresco y el humo se disipe (en algún momento debería ocurrir) se podrán ver con más claridad las imágenes del naufragio: inflación del 100%, brecha cambiaria del 100%, crecimiento nulo, pobreza del 45%, reservas líquidas del Banco Central casi en cero, déficit fiscal de casi el 4%, empleo privado de calidad disminuyendo, bajo rendimiento escolar en pruebas educativas.
Y podríamos seguir. Sin embargo, los que gobiernan asumen que el humo de sus acciones y sus palabras pueden tapar esto en forma permanente. Y al ser este un año electoral veremos maniobras y relatos de todo tipo, con recursos asignados por la política a no perder o a perder lo menos posible.
Puede ser (otro) año bisagra para la Argentina. Ojalá lo sea para bien y podamos enfrentar un 2024 sin humo, mirando la realidad, asumiendo con convicción y valentía lo que somos como país, con nuestras enormes fallas pero también con nuestro potencial.
Aunque muchas veces nos dicen que gobernar un país no es comparable con administrar una empresa, seguimos convencidos que si en el sector privado el que manda o el que gerencia es percibido como un “vende humo”, su vida en la empresa será bien corta. Y su reinserción laboral posterior, bien dificultosa.
Quizás sea cierto que política y sector privado son diferentes, porque mucho político humeante a veces es reelecto. Se ve que como ciudadanos todavía nos falta desarrollo del olfato o memoria suficiente