Las chauchas para consumo en fresco se producen en la mayoría de los cinturones verdes de Argentina: Salta, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Buenos Aires, entre otros.
Es un cultivo que se considera secundario, ya que ningún productor se dedica exclusivamente a cultivar chauchas. Es de ciclo corto: se siembra en septiembre-octubre y se cosecha como máximo a los cien días.
Esto implica una ventaja para los agricultores, ya que garantiza rápidos retornos económicos. No obstante, si lo que se quiere es recolectar las semillas secas de las chauchas para sembrar la próxima temporada, el periodo de cosecha puede extenderse unos meses más.
Su recolección implica un trabajo artesanal y lento, ya que se seleccionan una por una y con mucho cuidado, porque son un producto sensible. Además son muy perecederas y esto explica que cada zona productiva se dedique a abastecer a los mercados de cercanía.
Aunque son productos simples y que incluso puede cultivarse en las huertas hogareñas sin inconvenientes, las chauchas tienen algunas particularidades que deben ser tenidas en cuenta a la hora de su producción.
En primer lugar, son muy sensibles al frío: no se desarrollan cuando la temperatura es menor a 10°C. Esto implica que durante los meses primaverales, deben cultivarse una vez que haya pasado el riesgo de heladas tardías.
En segundo lugar, las plantas de chauchas son frágiles a los vientos fuertes. Quiere decir que los productores deberán invertir en materiales que las protejan para evitar pérdidas de producción.
En cuanto a los suelos, las chauchas los requieren sueltos y con buen drenaje. Son plantas que necesitan abundante agua, pero al regarlas se debe evitar el encharcamiento o el exceso de humedad en la tierra porque puede producir hongos y bacterias.
Si nos centramos en las variedades es importante decir que con los años el abanico de opciones se fue ampliando.
Existe una enorme oferta de chauchas que se distinguen entre sí por la forma, el color y el sabor. Tradicionalmente las chauchas sudamericanas eran vainas planas y verdes a las que había que sacarle un hilo que las “cosía” para comerlas, eso las volvía un alimento poco práctico.
Pero con el mejoramiento genético y la modificación de las semillas, en el mercado aparecieron nuevas variedades más simples de incorporar a la alimentación diaria. Allí fue que aparecieron las vainas finas y verdes que hoy conocemos.
Hoy entre las más conocidas comercialmente encontramos a las chauchas Balina que son planas; Rolliza verde o amarilla, son redondas y más finitas; las Mangetout, una variedad pequeña muy tierna; y las llamadas chaucha metro, una variedad muy larga de origen asiático que se cultiva en algunas regiones, por ejemplo, del norte argentino.