La aplicación de agua en la agricultura y el consumo controlado de los recursos hídricos ha sido un factor esencial para aumentar la productividad agrícola y asegurar la previsibilidad de los resultados de producción.
Al aumentar la productividad, la gestión sostenible del agua (especialmente cuando se combina con una gestión cuidadosa de la tierra) ayuda a garantizar una producción agrícola superior tanto para el consumo directo como para la venta comercial, al tiempo que genera los excedentes económicos que son necesarios.
Revivir las economías rurales
Desde la década de 1960, la producción mundial de alimentos al menos ha logrado mantener el ritmo del crecimiento de la población mundial, proporcionando más alimentos per cápita a precios generalmente cada vez más bajos, pero a un costo excesivo para los recursos hídricos del planeta. A finales del siglo XX, la agricultura mundial consumía una media del 70%de todas las extracciones de agua y la FAO calcula que para 2030 las extracciones de agua para riego en el mundo aumentarán en aproximadamente un 14%, incluso si se trata de una tasa de crecimiento mucho menor que la registrada en la década de 1990 (FAO, 2002).
El cambio climático afectará negativamente a la productividad de los cultivos y, en particular, a las temporadas primavera-verano para las que se espera un aumento en el uso del agua (Maracchi, 2000).
En general, las causas de la contracción del recurso hídrico, en las que la agricultura juega un papel fundamental, son atribuibles a: pérdida de agua de riego, aumento de la contaminación de cuerpos de agua (sedimentos, sales disueltas, metales pesados, pesticidas y patógenos) procesos de cambio climático. Como se mencionó, el agua en la agricultura tiene un valor agregado de transformación superior a cualquier otro medio técnico y, en consecuencia, el uso eficiente de los recursos hídricos es crucial para la rentabilidad y sostenibilidad de los sistemas agrícolas.