Toda revolución es un cambio profundo, que se manifiesta a través de nuevas implementaciones. El sector agropecuario se vio afectado positivamente en las tradiciones de cómo realizar las cosas a partir de los nuevos procedimientos, los nuevos insumos y otras variables que aseguraron la introducción de un nuevo método de producción en un menor tiempo.
Por ello, en el campo de las tecnologías aplicadas, los avances en los manejos de los cultivos y de la producción animal dan marco a nuestro modo de trabajo y generan cambios disruptivos, que marcan cronológicamente cuándo pasan a ser parte del uso masivo por parte de los productores en sus diversas actividades.
Se pueden marcar tres momentos estratégicos o hitos en la vida productiva del campo argentino que las determinaron en su formato específico.
Cultivos de trigo, frigoríficos, las nuevas razas, se incorporaron desde 1880 hasta finales del siglo XIX, más la exportación que también empieza a activarse, incrementando el movimiento en las fronteras, por lo cual los espectros de la producción pueden crecer en formatos impensados hasta ese momento.
La llegada de los ferrocarriles, el alambrado, los saladeros, los cinturones agrícolas pegados a las ciudades para abastecer su alimentación, se transforman en frecuentes escenarios habituales.
El crecimiento demográfico, sumado a la llegada de los inmigrantes con ADN enamorados por la vocación agrícola ganadera, hicieron de la Argentina una nueva opción mundial para el abastecimiento de los principales alimentos requeridos para aquella época.
Así quedó abierta la opción a la llegada de la tercera gran movida actual, donde el manejo agronómico productivo, la colaboración, la integración, más los temas sociales y laborales, tallan una nueva modalidad, que podríamos definir como tercera revolución agropecuaria, que permite la inclusión de buenas prácticas, reducción del uso de combustibles, estabilidad en la producción, manejo responsable de los agroquímicos.
Hay que hacer hincapié en la bioeconomía en este tercer movimiento, donde la sustentabilidad del modelo empieza a ingresarnos en ambientes como bioenergía, biocombustibles, biomasa y otros, que nos hacen redireccionar muchos pensamientos de base que no estaban en nuestro radar.
Acá hay que destacar que nuestro país pisa fuerte en creatividad, en mente abierta y competitividad a nivel mundial.
Producimos a menores costos y tratando de vender valor agregado a mejores precios, y donde ya vivir en el campo tiene una chance casi semejante a la opción citadina, a través de las mejoras tecnológicas.