Por Dario Doallo
El inicio de la conversación con César Brie se demora unos minutos porque el dramaturgo y actor tuvo que auxiliar a su mujer con un problema en un comercio. "Sin querer se le cayó un juego completo de ollas que estaban atadas por un hilo transparente. Apenas se rompió la tapa de vidrio de una, pero bueno, pagué el total para evitar una discusión", cuenta luego Brie, aún molesto con la actitud del dueño del local.
Sin embargo, rápidamente y fiel a su estilo, aprovecha esa energía para volcarla en una futura pieza teatral. "Voy a escribir algo sobre la venganza, cómo vengarse de estas pequeñas infamias de la vida cotidiana. Es un tema que me atrae desde hace mucho", adelanta.
César Brie es, sin dudas, el hombre con más presencia en el circuito teatral. Actualmente hay siete obras de su autoría en cartel, de las cuales protagoniza cuatro. Sin repetir y sin soplar son: "Fui", "¿Te Duele?", "El viejo príncipe" y "El paraíso perdido" (en Santos 4040); "La voluntad" (en Timbre 4); y "La mansa" y "Orfeo y Eurídice (en El Extranjero). En todas, como principal característica y sello de autor, sobresalen las bellas imágenes teatrales, el uso del cuerpo y el desafío de correr riesgos por sobre lo narrativo. "Me estoy limitando en realidad (risas). Tengo otras cuatro obras más que no estoy haciendo. Es que yo soy una artista a la antigua, las obras que siguen vivas dentro de mí las sigo haciendo", dice Brie, que se exilió en 1975 en Italia, donde se instaló y fundó su propia compañía teatral, algo que luego repitió en Dinamarca y Bolivia; su último paso antes de intentar instalarse nuevamente en el país. "Vuelvo porque soy argentino, porque es mi idioma, porque me quiero morir aquí... Puede estar devastada, destruida, hecha pelota pero es mi tierra", dice Brie, que luego define su método de trabajo:"Trato siempre de buscar aquello que no se ve, lo oculto. Siempre busco una imagen, una metáfora, algo que tienda el tema que estoy tocando hacia otro lado. Por eso a veces la gente habla de poesía en mi trabajo".
¿Presentar siete obras es una manera de mostrar tus ganas de volver a echar raíces en Argentina?
Sí... pero más porque aquí está la lógica de que el teatro independiente vive de enseñar. Y yo quisiera vivir de mis obras, no sólo de enseñar. Aquí los artistas han liberado las obras de la parte económica para poder ser libres y tomarse el tiempo de crear. Yo siempre he sido libre pero nunca me he liberado de la parte económica, simplemente me he cagado de hambre toda la vida (risas). Entonces estoy tratando de ver si es posible sobrevivir con el teatro independiente y esto significa hacer más de una obra.
¿Y es posible?
Mirá... digamos que yo logro sobrevivir, el tema es que también lo consigan los que trabajan conmigo. Entonces debo seguir con las clases hasta que logre generar una movida, hasta que la gente sepa que yo existo. Yo creo siempre que la belleza paga, y si haces algo bello con el tiempo la gente te viene a ver. De ese modo podré liberar la enseñanza del yugo de la economía y usar la enseñanza para crear obras.
¿La gente no sabe que existís?
Muchos no se han enterado porque no soy un mediático.
Sin embargo, en el ámbito teatral sos una persona de mucho prestigio...
Creo que me llaman maestro simplemente porque tengo el pelo blanco. También llamarte maestro es una cierta forma de hacerte el funeral. Yo lo único que trato de hacer es ser honesto con mi trabajo y con mis inquietudes. Pero el prestigio... el día que te llegas a creer que llegaste a algún lado ese día empezaste a morir.
¿Cuál de tus obras recomendarías para un primer acercamiento a Brie?
Yo invitaría a todos a ver “El viejo príncipe”. Es el Principito adaptado a un geriátrico. Pueden ir niños de 5 a viejos de 96. Yo he tratado de explicarle a los chicos porqué los abuelos se van y los padres se conmueven porque entienden que es un tema difícil. Y los chicos se divierten pero también terminan entendiendo. Yo recomendaría esa, la obra que he hecho para toda la familia.
Por último, ¿qué imaginás para tu estadía en la Argentina? ¿Tenés algún objetivo puntual?
Mi sueño es muy simple. Tener un lugar en las afueras donde pueda ensayar, crear y alojar a los artistas, y de ahí salir para Buenos Aires y de gira para todo el país para presentar las obras. Me gustaría crear un oasis de creación al que todos puedan venir sin estar corridos por el tiempo. La mayor penuria del arte contemporáneo es la falta de tiempo. Y para que el tiempo no pese hay que vivir con poco. Una austera fábrica de arte, ese es mi sueño.