De vez en cuando, al cruzarme con mi amigo Juan, me doy cuenta que las historias y los lugares que tienen algo especial y que me cuenta, quizás estén ahí nomás y que por la vorágine con la que vivimos no nos detenemos a observarlos. La velocidad de la vida ha cambiando de tal manera en estos últimos años, que todo pareciera que es efímero.
Me lo crucé de nuevo a Juan, a quién le sigo debiendo la charla y el café que esta misma velocidad a la que vivimos me lleva a quedar en deuda. La charla en otra de las esquinas de nuestra ciudad, iba en el sentido de haber descubierto a alguien que tenia muy en claro su pensamiento y que lo plasmaba.
Y me dijo “Lo vi una mañana, muy concentrado, rezando frente la gruta de Nuestra Señora La Virgen de Lourdes. El ruido de una cuidad en marcha y el constante movimiento del sector a él no lo alteraba, ni en sus oraciones y ni en sus plegarias. ¡Era una escena de película!”.
“Lo conocía de paso, hoy es un amigo, quien siempre tiene una palabra de aliento o consejo para dar o darme. Ministro de la iglesia desde hace 37 años, de muy bajo perfil; se inició como ministro allá por el año 1991 estando en Salta de vacaciones. Fue cuando después de una charla con un sacerdote local, lo invitó a dar la comunión, ante tal sorpresa por tan grande responsabilidad dijo que no, pero después de una conversación con el sacerdote aquel terminó debutando como ministro”.
Cambie la posición y seguí escuchando “se emocionó mucho al recordar las oraciones que su mamá le enseñó desde muy niño, y que hoy todavía recuerda como también sus consejos, pero quizás fueron esas plegarias, las que lo ayudaron tanto a él como a su esposa. Y ahí cuando la fe en Dios parecía flaquear, el hecho de aceptar como una gracia de Dios ser padres de Marcelo, un hijo con capacidades diferentes esa fe se fortaleció”.
Me comenta Juan, “en una extensa charla que tuve con Luis Cuberes, y a él me refiero, la cita fue en el mismo lugar que lo vi, la gruta del Hospital José Luis Rodríguez de la cuidad de Arroyito. Fui sintiéndome un privilegiado al escuchar sus consejos, su inmensa fe en Dios. Siguiendo los designios del Espíritu Santo, por el año 1994 en un retiro espiritual de silencio escribió sin entender muy bien: “Trabajarás para Mi”.
“Hoy Luis ya jubilado, con total humildad y responsabilidad, hace eso! Trabaja para Dios, llevando la comunión a numerosos ancianos y enfermos, con una gran humildad me relató como tuvo muchas veces que vencer diferentes obstáculos para poder realizar tan importante tarea. Quizás este sentir de él, de querer ceder su misión a los más jóvenes, fue en lo que no estoy ni estaré de acuerdo, por eso desde estas historias de vida le pido: No deje tan noble tarea, y como me dijo refiriéndose a la peregrinación de Nuestra Madre: queda mucho por hacer”.
Juan me miró y me dijo... “a veces sentimos que lo que hacemos es sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota”.
Texto: Juan Osvaldo Ávila - Fotos: Adela Leiva.