En marzo de 2020, después de regresar de una exposición de innovaciones de la industria textil en Italia, el matrimonio de empresarios formado por Alan Gontmaher y Ángeles Espeche quería fabricar un producto innovador: toallas y toallones con telas capaces de inactivar hongos y bacterias para evitar el desagradable olor a humedad poslavado. Pero en medio del proyecto llegó el Covid-19.
“La mayoría de las empresas textiles empezaron a fabricar barbijos. También pensamos en hacerlo nosotros, aunque queríamos lograr algo distinto: el mejor barbijo del mundo”, dijo en diálogo con La Nación Gontmaher, que lleva 27 de sus 45 años trabajando en el sector.
“Si podíamos eliminar bacterias y hongos de las telas, ¿por qué no intentar eliminar también virus? Ese fue el primer paso hacia el único barbijo social biocida de nuestro país del que tenemos noticia, diseñado con telas capaces de inactivar bacterias, hongos y virus”, explicó Gontmaher.
Poco después, nació Atom Protect, más conocido como “el barbijo del Conicet”, una mascarilla de uso social (es decir, no de uso médico), del que ya se vendieron más de un millón de unidades, dotado de nanopartículas invisibles, infinitamente pequeñas pero muy poderosas, tanto que en pocos minutos son capaces de eliminar el mismo virus que desde diciembre de 2019 se disemina por el mundo causando la enfermedad.
¿Por qué se lo llama “el barbijo del Conicet”? Porque fue gestado a través de un convenio de colaboración entre la empresa Kovi SRL, que dirigen Espeche y Gontmaher, y científicos de la Universidad de Buenos Aires (UBA), del Conicet y de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).
“Yo aporté el know-how textil y la intención que se buscaba en el desarrollo (junto con el Conicet, la UBA y la Unsam) era el conocimiento científico, el ajuste de fórmulas y la formulación”, resume el emprendedor.
El primer contacto de la empresa textil con los científicos fue a través de una persona que trabaja en Kovi y que conocía a un investigador de la UBA. A partir de ahí se produjo una rápida interacción entre las distintas partes comprometidas con el proyecto.
“Hablé con Silvia Goyanes y Ana María Llois, del Laboratorio de Polímeros y Materiales del Instituto de Física de Buenos Aires de la UBA, que son investigadoras del Conicet. Ellas se contactaron con científicos del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental de la Unsam, Griselda Polla y Roberto Candal. A los 45 días estaba lista la fórmula que íbamos a usar. Un trabajo en tiempo récord”, puntualizó Gontmaher.
Toda la inversión necesaria para el proyecto fue de Kovi. “Invertimos $ 10 millones inicialmente y luego, $ 60 millones más en maquinarias e infraestructura, porque es necesaria una tecnología especial para impregnar las telas con nanopartículas sanitizantes”, afirmó Espeche.
Para llevar adelante la iniciativa, recibieron un préstamo del Banco Nación. “Nuestra oficial de cuentas, Mariel Curiel, confió en nosotros y también Matías Savoia, el gerente de la sucursal Mataderos. Sin ellos, no habríamos podido dar ese primer paso: al principio de la pandemia había mucha incertidumbre y el panorama era muy difícil”, detalló.
“Luego de conseguir la fórmula empezamos a probarla, a corregirla y a mejorarla. En junio teníamos el producto terminado. Ahí comenzaron las pruebas de efectividad contra bacterias y hongos, una capacidad de nuestro barbijo que fue certificada por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), a cargo de Laura Matos”, señaló.
“Después, lo certificamos contra coronavirus, cuya inactivación al 99,9% fue constatada por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), a cargo de Irene Álvarez. Después empezamos la producción, a fines de julio firmamos el convenio con el Conicet y en agosto salimos a la venta”, resumió el trayecto hasta la actualidad.
De las ventas, el Conicet percibe una parte. Además, Kovi lleva donados 7000 metros de tela para confeccionar 180.000 barbijos que ceden a cooperativas de trabajo para repartir gratuitamente.
Del lado de afuera, el barbijo es violáceo. Del lado que se apoya en la boca y la nariz, es verde. En pruebas de laboratorio, su capa externa mostró inactivar el virus SARS-CoV-2 en cinco minutos, cuando hacen falta 15 minutos de contacto con alguien infectado para contraer la enfermedad.