En sus ocho años de pontificado, los viajes del papa Francisco se diferenciaron de los de sus antecesores porque no tuvieron como destino los grandes centros católicos del mundo (Europa, Sudamérica y regiones de África), sino que visitó países donde los cristianos son minoría.
Ahora fue el turno de Irak, país que nunca había sido visitado por un Sumo Pontífice. En la región de Ur se cree que nació Abraham, considerado el padre de las tres principales religiones monoteístas del mundo. Es el hogar actual de una minoría cristiana que está al borde de la extinción debido, entre otras razones, a la persecución de grupos radicales como el autodenominado Estado Islámico.
En el punto álgido de la visita, que durará tres días, Francisco se reunió este sábado con el principal líder religioso chiita, el ayatolá Ali Al Sistani, la máxima autoridad religiosa de esta rama del islam. Se trata de una figura que no aparece en público y recibe muy pocas visitas.
¿Quién es Sistani? Es un líder de gran autoridad moral, inmensamente popular y de enorme influencia en todo el mundo chiita más allá de las fronteras de Irak. Algunos hasta podrían decir que es el verdadero hombre al frente de Irak, país cuyos gobiernos y fuerzas armadas aparecen demasiado débiles e incapaces de defender la soberanía nacional.
“Estoy contento de retomar los viajes después de tiempo sin realizar desplazamientos”, señaló Francisco a los periodistas que lo acompañaron en el avión. Bergoglio les confesó que en los últimos meses se sintió “enjaulado” en el Vaticano. “Este viaje emblemático es también un deber hacia esta tierra mártir desde hace tantos años”, agregó el papa argentino antes de aterrizar.
Durante el encuentro, el Sumo Pontífice agradeció al gran ayatolá “que levantase la voz en defensa de los más débiles y perseguidos, afirmando que lo sagrado es la importancia de la unidad del pueblo iraquí”.
También subrayó “la importancia de la colaboración y las amistad entre las comunidades religiosas para que, cultivando con respeto recíproco el diálogo, se pueda contribuir al bien de Irak, de la región y de la entera comunidad”.
Por su parte, después de la reunión, Sistani pidió a los líderes religiosos mundiales que pidan responsabilidades a las grandes potencias y que la sabiduría y el sentido común prevalezcan sobre la guerra. Añadió que los cristianos deberían vivir como todos los iraquíes en paz y coexistencia.
El viaje pastoral, que comenzó este viernes, es el primero después de 15 meses debido a la pandemia. La visita ha sido calificada no solo de alto riesgo por cuestiones de seguridad (se estima que al menos 10.000 personas estarán encargadas del operativo), sino también por cuestiones sanitarias: desde enero, los casos de Covid-19 se triplicaron en el país.
El propio papa emérito Benedicto XVI señaló los riesgos del viaje. “Creo que es un viaje muy importante… Lamentablemente ocurre en un momento muy difícil, lo que lo convierte en un viaje peligroso por razones de seguridad y por el Covid. Luego está la situación inestable en Irak. Acompañaré a Francisco con mis oraciones”, le dijo al diario italiano Il Corriere della Sera.
Hace una semana, en la Santa Sede, se encendió la alarma porque el embajador del Vaticano en Irak, Mitja Leskovar, dio positivo por coronavirus. Según informaron fuentes de la nunciatura, el diplomático tiene síntomas leves y se encuentra en buen estado de salud. Por este motivo, sumado a los enumerados antes, especialistas le recomendaron al Sumo Pontífice cancelar su visita, una sugerencia que desestimó.
A esta incertidumbre se sumó el ataque con 10 cohetes ocurrido el miércoles contra bases militares iraquíes que alojaban tropas estadounidenses. Pese a ello, Francisco no suspendió su visita. Días atrás, luego de confirmar su viaje, Francisco le envió un mensaje al pueblo iraquí y ratificó que los visitaría pronto.