El trámite parlamentario de la legalización del aborto en el Senado avanza a paso firme, con la primera ronda de invitados que desfiló este martes en comisiones; la segunda, que lo hará este miércoles, y probablemente una tercera, el jueves, día en que está previsto que se firmen los dictámenes para la sesión del martes 29. En este camino de 14 días habrá sorpresas, pero, como tales, a esta hora nadie puede ni quiere anticiparlas.
“Es el 29 o el 29”, dijeron a Vía País en el oficialismo verde, al rechazar toda posibilidad de que, por falta de apoyo, el debate en la sesión pueda postergarse al año que viene, que sería una forma de reconocer anticipadamente una derrota, algo inadmisible para el gobierno del Frente de Todos, el que creó el Ministerio de las Mujeres y el que mandó su propio proyecto al Congreso.
En la Casa Rosada dicen que “el número ya está”, pero lo cierto es que cuando se cuentan los votos de 2018 de quienes ya eran senadores y las posiciones públicas de quienes no lo eran, aparece una pelea cabeza a cabeza y un final totalmente abierto; un escenario no apto para cardíacos, respecto del cual no pocos imaginan, por morbo o por deseo, un posible desempate de la vicepresidenta, Cristina Kirchner.
Tal como contó este medio en su edición del martes, a esta hora hay 33 senadores a favor, 34 en contra (serían 35 contando al peronista tucumano José Alperovich, que está de licencia) y 4 indefinidos, que son los radicales Juan Carlos Marino (La Pampa) y Stella Maris Olalla (Entre Ríos); el peronista Edgardo Kueider (Entre Ríos) y Lucila Crexell, del monobloque Movimiento Neuquino.
Sin embargo, los números de las columnas de verdes y celestes podrían cambiar. De hecho, Marino votó en contra en 2018 y era considerado celeste, pero hizo saber que debían sacarlo de esa categorización porque ahora iba a repensar su posición.
Nueve dados vuelta
En Diputados, antes del inicio del debate que terminó con la media sanción, la radical Aída Ayala y la macrista Sofía Brambilla ya habían anunciado que cambiaban de posición: de la aprobación de 2018 al rechazo este año.
Pero otros siete casos fueron sorpresivos en la Cámara Baja, porque no se supieron hasta el día de la sesión: el de Flavia Morales (Frente de la Concordia de Misiones), de celeste en 2018 a verde en 2020; el de la peronista cordobesa Alejandra Vigo, de ser la única abstención de hace dos años a votar directamente en contra; el macrista fueguino Héctor Estefani, de verde a celeste, y la radical santacruceña Roxana Reyes, también de verde a celeste.
También cambiaron su voto la bonaerense Romina Uhrig y el jujeño Dante Julio Ferreyra, del Frente de Todos: ambos votaban a favor pero al final se abstuvieron de votar. Ferreyra, en particular, denunció que recibió “todo tipo de amenazas”. Entre ellas, la de la conductora de televisión Viviana Canosa.
Aunque sin amenazas de por medio, el macrista porteño José Luis Patiño también modificó su posición en plena sesión: votaba a favor y terminó absteniéndose.
En síntesis, nueve diputados nacionales cambiaron su posición. Lo mismo puede pasar en el Senado.
No solamente puede pasar si no que debería pasar, a juzgar por la desventaja que llevan los verdes y tratándose de un proyecto enviado por el Poder Ejecutivo, nada menos. Ningún gobierno, salvo con la Resolución 125 de 2011, que fue un error en la Matrix, manda un proyecto suyo al Congreso a riesgo de que vaya a perder.
Es decir que en las próximas semanas habrá sorpresas.
Pero esas sorpresas están, como dijo a Vía País una fuente parlamentaria del oficialismo verde, “guardadas en un cofre cerrado con siete llaves”.
Las negociaciones, si continúan o si ya han finalizado, fueron o están siendo desarrolladas con el máximo hermetismo, por una sencilla razón: para el martes 29 faltan 14 días, que es un montón de tiempo para la Argentina, un país en que, salvo algunas excepciones, los escándalos duran dos o tres días, como mucho.
Toda novedad, además, puede causar perjuicios reales a los senadores y a sus familias, en función de los reiterados ataques que sufrieron varios diputados, todos de militantes antiabortistas, que inclusive agredieron torpemente al mendocino José Luis Ramón, que tuvo que salir a aclarar que había votado en contra en 2018 y que en esta ocasión lo volvería a hacer.
Si la pandemia, con la cuarentena larga impuesta en todo el territorio nacional y las vacunas que todavía no llegan pero ahí están, fue acaso el ejercicio de paciencia colectivo más importante de la historia argentina, la legalización del aborto en el Senado es otro más.
Nadie no se sabe cuándo habrá sorpresas, porque si no no serían sorpresas. Pero habrá. A estar atentos.
Por la corresponsalía de Buenos Aires.