El autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional" dejó una herencia de miles de desaparecidos a manos de grupos militares y paramilitares, la derrota en la guerra de las islas Malvinas y una economía estancada, con inflación y una abultada deuda externa.
Con esta combinación de factores se llegó a las elecciones del '83, que dieron lugar a un Raúl Alfonsín victorioso, de la mano de una campaña apuntalada por un discurso de unión de los argentinos y de enérgica condena a las "Juntas Militares".
"Con la democracia se come, con la democracia se educa, con la democracia se cura", decía Alfonsín en sus discursos de campaña, siempre iniciados con el recitado del preámbulo de la Constitución nacional.
La fórmula de Alfonsín, de la línea interna Renovación y Cambio de la Unión Cívica Radical (UCR), y el cordobés Víctor Martínez llegó a las elecciones, tras imponerse en las internas a Fernando De la Rúa, por entonces identificado con el liderazgo de Ricardo Balbín, y con el antecedente de haberle ganado al peronismo gobernante en 1973, en las elecciones para senador porteño.
Por su parte, el Partido Justicialista (PJ) presentó como candidatos al binomio formado por Ítalo Argentino Lúder y Deolindo Felipe Bittel, que pasarían a la historia en ser los primeros peronistas en perder, sin condicionamientos ni proscripciones, unas elecciones nacionales ante otra fuerza política.
Considerada por muchos analistas como la primera campaña que combinó los tradicionales actos multitudinarios con el nuevo marketing político (encuestas, medios de comunicación, imagen de los candidatos), la UCR apeló a técnicas como el "saludo de Alfonsín" -el gesto de juntar ambas manos junto a su cabeza- o el uso de las iniciales "RA", en busca de una deliberada asociación entre Raúl Alfonsín y República Argentina.
En abril de 1983, Alfonsín denunció la existencia de un "pacto militar-sindical" destinado a garantizar la autoamnistía promulgada por los militares para exculparse de sistemáticas violaciones a los derechos humanos. En respuesta, el peronismo buscó identificar la candidatura de Alfonsín con la empresa estadounidense Coca Cola, y empapeló las calles de Buenos Aires con carteles alusivos a esa supuesta vinculación.
El punto más alto de la campaña radical llegó el 26 de octubre, a cuatro días de las elecciones, cuando Alfonsín congregó a más de un millón de personas frente a un escenario montado en el Obelisco porteño. "Hay dos propuestas, dos ideas, pero un solo pueblo", subrayó el candidato radical ante la multitud.
La manifestación de apoyo a Alfonsín se constituyó en un desafío para el peronismo, que dos días más tarde convocó a otra multitud en el Obelisco, donde el dirigente Herminio Iglesias apareció como responsable de la quema de una miniatura de ataúd con el nombre del candidato radical y pintado con los colores blanco y rojo de la UCR.
En ese contexto, la gente acudió a votar en forma masiva el 30 de octubre y marcó así otro hito histórico: hubo una participación electoral del 85,61%, un nivel que desde entonces nunca volvió a ser alcanzado en una elección presidencial en el país.
El desconcierto en la cúpula del PJ durante el escrutinio fue mayúsculo, porque no imaginaban el resultado adverso que se iba anunciando y algunos dirigentes hasta hablaron de un "fraude informativo".
Tal vez la frase que mejor sintetizó la perplejidad del peronismo fue la que pronunció el líder sindical Lorenzo Miguel: "faltan contar los votos de La Matanza", se esperanzaba.
Aquella expresión, respaldada en el peso electoral del peronismo en ese partido bonaerense, reveló la incredulidad del justicialismo ante un resultado que fue abrumador.
La UCR había obtenido más de 7,7 millones de votos (51.75%) contra los poco menos de 6 millones (40%) de la fórmula del PJ y, además, había ganado en la capital federal y las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, las más pobladas del país.